Instalaciones luminosas
La trayectoria de José Antonio Orts (Meliana, Valencia, 1955) es realmente una de las más peculiares que conozco. La primera vez que supe de él, hace ya más de quince años, era un músico contemporáneo, compositor recientemente interesado en enlazar su trabajo en el sonido con las artes plásticas. Por entonces pintaba cuadros en blanco y negro inspirados en motivos musicales. No mucho después sorprendió al público con una especie de instalaciones musicales en donde los sonidos surgían de la intervención del espectador, cuyos movimientos alteraban la luz captada por unas células fotoeléctricas.
En 2001 se encontraba en condiciones de realizar una curiosa coreografía invertida en la que, al contrario de lo habitual, no era la danza la que se articulaba en función de la música, sino que eran los propios bailarines quienes la generaban con sus movimientos. Entretanto se ha hecho acreedor de honores y premios; el último, el Deutsche Klangkunst de 2004, por un proyecto de instalación para el Skulpturenmuseum Glaskasten Marl de Berlín.
JOSÉ ANTONIO ORTS
'Stellarium'
Galería Tomás March
Aparisi y Guijarro, 7. Valencia
Hasta el 30 de noviembre
La exposición que ahora presenta recoge parte de su obra reciente, concebida en Alemania, donde reside. En ella encontramos (junto a un conjunto de piezas de pared luminosas, extrañamente estilizadas en un espíritu vagamente constructivista) la instalación que da título a la muestra, Stellarium, consistente en una composición de artilugios de alambre, componentes electrónicos y fotoconductores, y láminas de poliéster, dotado de una sorprendente funcionalidad formal y preparado para ser activado por el espectador que lo atraviesa y que, a su paso, produce las efímeras líneas de luz con las que los distintos elementos se comunican.
Bastante insospechadamente, esos alambres y esas láminas móviles recuerdan un poco a Calder, quien, como dijo Adorno, hacía danzar sus esculturas al son de las arpas de Eolo. También aquí es el viento, la brisa de la que acompañamos nuestros movimientos sin notarlo, la que mueve las piezas: no sólo un excelente ejemplo de arte interactivo, sino de eficaz y brillante interacción entre las artes, al menos en la medida en que, en el fondo, y aunque resulte eventualmente inaudible, el espíritu que sigue presidiendo estas obras no es otro que el de la música, del sonido que aquí se materializa en forma de danza y de luz.
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