Racismo
El racismo no es una actitud gratuita. Se insiste demasiado en cuestiones de ímpetu, de soberbia o de pureza, y en realidad no son más que manejos económicos de una parte dominante para que haya otra dominada y servidora. El sentido de la aristocracia es un racismo; y el imperio del hombre sobre la mujer es otro. El racismo aprovecha circunstancias que aparecen con otro cariz para medrar. Lo que se llama nuevo racismo vengador se exalta a partir del asesinato en Holanda de un racista europeo, y se multiplican ataques más o menos disfrazados contra musulmanes o sus intereses o simplemente sus tumbas; de paso, se profanan también cementerios judíos. Y es que el asesinado y sus compañeros predicaban también contra ellos. Son nazionalistas. (Ci y Zi: igual sonido)
Está claro que los islamistas que atacan son, también, racistas y, por lo tanto, viven en la misma lucha de clases: incluso la quieren elevar a una situación mundial. Los pueblos que no comen tienen para guerrear tantos motivos como los que comen; puede ser que tengan más si estudiamos a Toynbee y otros filósofos de la historia que nos definen como depredadores.
Están seguros de nuestro perfil canalla, y nosotros segregamos de cuando en cuando individuos que se alzan contra nuestra iniquidad. Yo mismo soy uno de ellos. Yo mismo considero como un crimen naci
onal, y además continental, los muros de agua ante los que mueren los inmigrantes; y la facilidad con que se les repatría y se les mete en el calabozo; no digamos de la velocidad con que no se condena a los asesinos de inmigrantes a las puertas de los lugares de diversión. No hablo de Estados Unidos, donde con su irracional racionalismo aplican las medidas de seguridad para defender su libertad, como dicen los hablistas sin vergüenza.
Ah, y las religiones. La que manda aquí, por ahora, más bien ayuda al inmigrante para comprarle su alma, y protesta por la enseñanza pública de la religión islámica no sólo porque le será más difícil hacer presa, sino porque todo el dinero espiritual debe ser para ella. Yo también protesto: considero igual de dañina una religión que otra. La religión que manda aquí se declara ahora perseguida por los rojos. ¡Zapatero, un rojo! Hombre, no. ¡Por favor!
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.