Poder africano
Un arranque apabullante de tambores, guitarra eléctrica y bajo omnipresente anuncia la salida de los metales primero y luego de las tres bailarinas y del propio Femi Kuti. Fela vive: en su valioso legado a la música popular y en la obra de su hijo mayor, Femi, que ha tomado con decisión la antorcha del "Black President" sin dejarse aplastar por el peso de la figura paterna.
Femi ya no necesita demostrar nada. Puede ser él mismo. Sus temas son más concisos y accesibles que los de hasta una hora que hacía su padre. Aunque sí los hay de más de diez minutos: suficiente para que se produzca el efecto de trance. Es el volcánico afrobeat del siglo XXI.
En primera línea, empuñando su saxo, Femi Kuti dirige la ceremonia. Como lo hace los domingos en el nuevo Shrine, el santuario que abrió en Lagos para recordar el mítico club fundado por Fela y cerrado una y otra vez por los militares. Allí, en una de las ciudades más peligrosas de África, ha grabado en directo Africa Shrine (Uwe / Karonte). Poco tarda en despojarse de la camisa y mostrar su torso esculpido. En el escenario se suda casi tanto como en la capital de Nigeria.
Femi Kuti
Femi Anikulapo Kuti (voz, saxo y teclado) & The Positive Force (11 miembros). La Riviera. Madrid, 14 de noviembre.
Son otros tiempos en África, aunque no tanto como para no tener que enfrentarse a los abusos de siempre: corrupción, violencia, miseria... Fela fue el azote de los militares nigerianos y Femi continúa denunciando que la mayoría de líderes africanos son los capataces de sus patronos occidentales: traidores de sus pueblos al servicio de los Bush, Blair o Chirac.
Femi no se queda en la denuncia de las mentiras propagadas. Piensa en soluciones. Decidido a que África pueda progresar y convencido de que el peor fracaso sería no intentarlo. Su filosofía está en canciones tan eficaces como Can't buy me (No me pueden comprar), I wanna be free (Quiero ser libre), 1,2,3,4 o el rescatado Water no get enemy, un clásico paterno.
Canta, baila, toca el saxo... De vez en cuando se refugia tras el Hammond mientras la banda que le acompaña desde 1986 se desata. Parece cada vez más grande. Durante dos horas echó el resto. Y no quiso saber nada de bises. Era el final de una extensa gira por Europa. Muy temprano por la mañana de ayer tomaba un avión de regreso a Lagos.
Babelia
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