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Columna
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Revisando

Los caminos de la participación política son inescrutables. Rastreamos casi cada día los climas de opinión, ensayamos hipótesis que orienten nuestras prospecciones, pero apenas si logramos rastrear sutiles tendencias, que se difuminan o se tuercen tan pronto como pretendemos aferrarlas con nuestras teorizaciones y elevarlas a la categoría de ley sociológica. La rebelión de las masas (Ortega) es, cada vez más, la rebelión de las formas (Wagensberg): formas inesperadas, inteligibles, sí, pero sólo a condición de que dejemos a un lado ideas preconcebidas para arriesgarnos a pensar la sociedad en condiciones de incertidumbre.

Cójase, por un lado, a un presunto patán fundamentalista, bueno para nada, hijo de papá, que tras un mandato como presidente ha llevado a su país a una guerra de incierto futuro, a un descontrolado déficit económico y a una profunda división entre sus habitantes. Por el otro, tómese un candidato a presidente moderado, patriota con honores de guerra, pero más inteligente, con más formación y sentido común; acompáñese de algunas de las más rutilantes estrellas de Hollywood, rockeros de proyección mundial, intelectuales de reconocido prestigio y hasta conversos del republicanismo, críticos feroces de una casa que han conocido por dentro. Mézclese todo esto con un contexto de inusitada movilización política. Y ahora: ¿quién de estos dos personajes dirían ustedes que recibirán el apoyo popular en unas elecciones presidenciales? Lo cierto es que no hace falta que sigamos con el juego: las elecciones se han producido, la población ha participado como nunca antes, and the winner is...!; el ganador ha sido el presunto patán. ¿Excepcionalismo norteamericano? Tal vez, pero no solo.

Convendría que fuéramos revisando algunas de nuestras hipótesis sociológicas y politológicas, no necesariamente con el fin de arrojarlas al cubo de la basura (o sí). Me refiero tanto las hipótesis académicas como a las de andar por casa: como esas de que cuando se supera un determinado umbral de participación gana no sé quién porque eso significa que se ha movilizado no se qué voto desanimado; o que quien es bueno vendiendo discos lo es también pidiendo el voto; etc. Entre las hipótesis académicas que habremos de revisar destaca la formulada a principios de los años noventa por Ronald Inglehart en su libro El cambio cultural en las sociedades industriales avanzadas, confirmada en sus líneas fundamentales en diversos estudios posteriores. Según este autor, un proceso intergeneracional está transformando gradualmente la política y las normas culturales de las sociedades industriales avanzadas. Como resultado de una prosperidad sin precedentes y de la ausencia de guerras en los países occidentales desde 1945, las cohortes de nacimiento más jóvenes ponen menos énfasis en la seguridad física y económica de lo que lo hacen los grupos más viejos, que han experimentado un grado mucho mayor de inseguridad económica. Por ello, se estaría pasando de la prioridad de valores materialistas (normas judeocristianas tradicionales, bienestar económico, seguridad militar, orden interno) a la de los valores posmaterialistas (medio ambiente, calidad de vida, autoexpresión individual, desarme), lo que, entre otras cosas, ha supuesto una traslación del centro de atención hacia nuevos temas políticos, un considerable impulso de los nuevos movimientos sociales, un nuevo eje de ruptura entre las ideologías tradicionales, el surgimiento de nuevos partidos políticos, etc. El surgimiento del posmaterialismo sería un aspecto de un proceso de cambio cultural aún más amplio que está recreando y transformando las orientaciones religiosas, los papeles y costumbres sexuales y las normas culturales de la sociedad occidental.

Puede pensarse que la ruptura entre materialistas y posmaterialistas coincide, en sus grandes rasgos, con los espacios políticos representados respectivamente por Bush y por Kerry. Lo que no parece estar tan claro es que el posmaterialismo sea la tendencia de futuro que Inglehart quería descubrir. El homo materialis sigue dejando sentir su peso en las sociedades desarrolladas. Bienestar y seguridad, entreverados de moralidad más o menos tradicional, siguen pesando, y mucho, en nuestras sociedades. No sólo en Estados Unidos. Recordemos, si no, el lema "Menos impuestos, más seguridad", imperante en la última campaña electoral española. Y a ver qué ocurre con la guerra de valores que va a marcar la agenda política de los próximos meses.

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