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Reportaje:

Los 'búhos' del asfalto cumplen tres décadas

La red de 26 líneas nocturnas de la EMT es el único servicio de transporte público que funciona toda la noche, los 365 días del año

Una de las imágenes de Madrid que más impresionan a los extranjeros y españoles de otras provincias que visitan la capital por primera vez es la masa de gente que toma la plaza de Cibeles, en noche cerrada, cualquier fin de semana. Cientos de personas se encaminan por la calle de Alcalá en lo que parece una alegre manifestación para montar en los 26 autobuses rojos que les esperan para volver a casa. Los búhos van llegando cargados de pasajeros y las aceras se convierten en un ajetreado intercambiador, por ejemplo, a las cuatro de la madrugada.

- 1 de octubre de 1974. Las líneas nocturnas de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) cumplieron 30 años el pasado 1 de octubre, tres décadas al servicio de los que trabajan de noche o salen a divertirse cuando se pone el sol. La necesidad de contar con transporte público toda la noche se hacía evidente en 1974, por lo que nació el circuito nocturno, rebautizado dos años después como búho, una denominación que hizo fortuna y se utiliza hasta hoy. Miguel Gaceo, "pionero" del servicio -fue conductor de varias líneas-, cuenta que "la dirección" de la empresa eligió este nombre "para que no se les llamara lechuzas, o cosas peores".

La aceptación de los autobuses nocturnos fue evidente desde el principio. En 1975, el primer año completo de servicio, el número de usuarios que subieron a a los Pegaso 6.500 y 6.025 de color rojo Lancaster (el color corporativo desde 1973) casi alcanzó los cuatro millones.

- El billete, a 15 pesetas. En esas fechas, la red de búhos contaba con 11 líneas, que tenían sus orígenes en Cibeles (tres recorridos), plaza de Callao (una línea) y Puerta del Sol (la gran cabecera con siete rutas). La 1 llegaba hasta Hortaleza, y siguiendo el sentido de las agujas del reloj, el resto llevaban a Canillejas, Moratalaz, Vallecas, San Cristóbal de los Ángeles, Villaverde Alto, Carabanchel, Cuatro Vientos, Lacoma, Fuencarral, y Manoteras.

El billete costaba 15 pesetas (9 céntimos de euro) en aquellos autobuses, lo que daba derecho a efectuar una correspondencia. La bajada de bandera de un taxi rondaba entonces las 20 pesetas. Hoy es posible recorrer la ciudad de cabo a rabo en una hora, sin recargo de tarifa por viajar de noche. El horario, de las doce de la noche a las seis de la mañana, sigue marcando en la actualidad los límites del servicio.

- "Ambiente familiar". La ruta 1 congregaba tanto público que tuvo que echarse mano de los últimos coches azules de la EMT -con cobrador- durante los primeros meses. Panaderos, camareros y porteros se mezclaban en los andenes de Sol con otros asiduos de la noche al terminar sus jornadas de trabajo.

Gaceo recuerda que el ambiente en aquellos años "era muy familiar", y que "se conocía a los clientes, casi todos trabajadores". El hoy inspector llevó en autobús a "muchos artistas", como el torero Nicanor Villalta, la actriz Violeta Cela y el actor Pedro del Río, "el de Equus, la primera obra del destape". "Como nos hicimos amigos, Pedro me regalaba entradas cuando estrenaba", recuerda Gaceo.

- 1994: el doble de viajeros. Pasaron los años y el búho fue congregando a los jóvenes que protagonizaron la movida madrileña cuando la ciudad se estiraba en su libertad queriendo aprovechar hasta la última hora del día. Desde su creación, el servicio nocturno de la EMT no ha dejado de aumentar su clientela.

La fecha clave que cambió esta historia fue el 22 de mayo de 1994. Ese día entraron en servicio nueve líneas más; la red tiene ya 20 rutas. Cibeles reúne todas las cabeceras, que se desbordan por las dársenas del Palacio de Correos, Banco de España y cuatro aceras del paseo del Prado.

- Dos líneas circulares. En 2002 vuelve a crecer el número de líneas hasta las 24 actuales que funcionan todos los días del año (nochebuena y fin de año incluidos), más las circulares NC1 y NC2, que recorren en sentidos inversos el paseo de Recoletos, los bulevares, Princesa, Gran Vía y Alcalá, hasta y desde Cibeles, para dar un servicio extra en las zonas de mayor actividad nocturna, aunque sólo los fines de semana. La malla de autobuses nocturnos cubre hoy prácticamente todos los distritos de la ciudad para dar servicio a los nuevos desarrollos urbanos que crecen sin cesar.

Todas las líneas de búho, menos la N-10, superan la longitud media de las líneas de la EMT (16,2 kilómetros). Con trayectos tan largos, los conductores como Antonio Varela, 23 años al volante de un búho, aprecian la modernización del parque de autobuses: "Antes, los coches no tenían calefacción y llevaban ruedas por casualidad; hoy, el material es decente".

- 'De marcha' en autobús. Las noches de viernes y sábado son las más ajetreadas en el servicio nocturno. Ciento treinta y cinco autobuses se mueven en este periodo incrementando la capacidad un 100% respecto al resto de los días.

La alta ocupación de los búhos se debe a los más de dos millones de madrileños y forasteros que salen por la noche cada fin de semana, a tenor de las cifras de un estudio de la Asociación Madrileña de Empresas por la Calidad del Ocio. Uno de los conductores del búho cuenta que "el 99,9% de los jóvenes son acojonantes; se portan muy bien". El resto tampoco reseña problemas con el público de estos días, aparte de las borracheras que algunos se llevan a casa.

La línea que más viajeros transporta en fin de semana es la N-21. Este itinerario, y los de la N-18, N-19 y N-22, se realiza con autobuses articulados. La ruta que menos pasajeros recibe esos días es la N-11.

El uso de los búhos durante las noches de ocio semanal es tal que algunas líneas como la N-17 superan la utilización media de rutas diurnas como la 1, 2, 32 y Circular, entre las más populares de la capital. La frecuencia de paso oscila entre 14 y 18 minutos mediante más de 100 autobuses de los 1.957 que tiene la EMT.

- Trabajadores nocturnos. Durante la semana, el panorama cambia: la N-13 es la más concurrida, y la N-7, la menos ocupada. La mayor parte de los usuarios de búho de lunes a viernes son trabajadores que van o vuelven de sus trabajos, muchos de ellos inmigrantes. Un análisis del mercado laboral madrileño realizado por Comisiones Obreras en marzo de este año revela que 200.000 personas trabajan por las noches en la región.

- Conducir un búho. Manuel lleva 20 años al volante en la N-2, acostándose cuando la mayoría de los madrileños se levanta. El veterano chófer asegura que no hay más problemas en las líneas nocturnas que en las diurnas, y recuerda que los búhos son "las líneas de horario más fiable de la EMT". La relación con los clientes es cercana, por lo que Manuel debe despertar más de una vez a los que se quedan dormidos porque conoce dónde se apean; Santos, un zamorano afable que conduce en la N-1, tiene mil historias que contar, y muchos de los habituales y los insomnes que transporta le llaman por su nombre; Varela ha tenido que llevar al ambulatorio con el autobús a un pasajero conocido que sangraba, o atender a un infartado.

"Lo duro no es trabajar de noche, sino dormir de día", asegura Varela. No poder pasar la nochebuena con la familia (ese día entran antes a trabajar) es una queja recurrente de los conductores. La otra es que sólo ganan 200 euros más que sus compañeros que trabajan de día. Poco parece para pagar el esfuerzo de los que viven al revés que el resto.

- El futuro. El servicio de búhos podría ser una alternativa al plan de apertura continuada del metro los fines de semana, dados los problemas que se están presentando para su aplicación. Según las autoridades regionales, la red de autobuses podría recorrer el trayecto del metro durante la noche.

Treinta años han pasado ya y los pájaros rojos siguen ampliando sus rutas: el pasado 16 de octubre, la línea N-14 alargó su recorrido hasta la Colonia Marconi (Villaverde Alto). Más de seis millones de personas los utilizaron en 2003, y casi cuatro y medio lo hicieron de enero a septiembre de este año. El búho goza de buena salud, volando rápido por el asfalto, y como muestra su emblema, con los ojos bien abiertos.

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