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Reportaje:PERSONAJE

La otra número uno española

Anabel Medina rompe con la historia de los últimos 18 años y deja atrás el predominio de Conchita Martínez y Arantxa Sánchez

Ojear la clasificación mundial del circuito femenino de tenis (WTA Tour) puede causar una extraña sensación a cualquier aficionado español. Desde el pasado lunes no aparecen los nombres de Arantxa Sánchez Vicario o de Conchita Martínez abriendo la lista de las españolas que figuran en este ranking. Ahora, la primera española tiene otra cara, otro aspecto, otro tenis y se llama Anabel Medina. Es la 39ª, mientras que la aragonesa ocupa el 42º lugar y Arantxa está definitivamente retirada.

Hace 18 años que eso no ocurría. Desde su irrupción en 1986, Arantxa y Conchita abrieron la puerta de los grandes éxitos internacional al tenis femenino español, pero al mismo tiempo la luminosidad de sus estrellas eclipsó a cualquier otra jugadora que pudiera despuntar. Era muy difícil competir a su nivel y, por tanto, hubo muchas renuncias entre los valores más jóvenes, que afrontaban sus carreras vislumbrando fuertes dosis de sacrificios y, en cambio, una ascensión limitada como mucho al tercer lugar nacional.

Era una mala perspectiva. Pero algunas jugadoras resistieron y sembraron también de semillas otras partes del territorio español: Valencia (Cristina Torrens) y Madrid (Vivi Ruano y Gala León), básicamente. Fueron tanto ellas como Arantxa y Conchita, las que posibilitaron la ascensión de nuevas jugadoras capaces de afrontar un relevo que parecía inminente en 2001, cuando algunas empezaban ya a madurar.

En 2001, Anabel Medina tenía 19 años. Pero en diciembre causó sensación cuando en el Masters español, en el Palau Sant Jordi de Barcelona, derrotó a Arantxa y a Conchita en su camino hacia la victoria. Fue un éxito sin paliativos y la confirmación de que, por fin, surgía una tenista de gran calibre, capaz de colocarse en la élite mundial.

"Siento una gran alegría y espero que estas victorias supongan el inicio de una nueva etapa en mi carrera profesional", confesó entonces la jugadora de Torrent, un pueblo cercano a Valencia, ciudad en la que Medina ha cubierto toda su formación tenística. "Sin embargo", agregó ya en aquellos momentos, "sé que igualar a Arantxa y Conchita es muy difícil".

Sólo un mes después, todas las ilusiones de Medina quedaron resquebrajadas cuando sufrió una rotura de ligamento anterior cruzado en la rodilla derecha, mientras disputaba su partido de octavos de final del Open de Australia frente a Mónica Seles. Su cara se oscureció y su sonrisa desapareció. Se operó rápidamente, pero no consiguió volver a las pistas hasta finales de año. En febrero de 2003 su ranking había caído del puesto 43º al 530º. Había que empezar de nuevo. Y Anabel lo hizo con la cabeza inundada de dudas sobre si sería capaz de recuperar el nivel tenístico que ya había tenido y si su cuerpo soportaría ese esfuerzo.

A finales de 2003, la valenciana regresó al grupo de las 100 mejores. Pero ése era un objetivo muy corto para una tenista de su nivel. Sin embargo, suponía un paso importante porque despejaba su cabeza y era un revulsivo crucial para alimentar su autoestima. Ahora, con 22 años, Medina Garrigues -como a ella le gusta que la llamen- acaba de cuadrar una excelente temporada en la que no sólo ha ganado el torneo de Palermo -donde se había impuesto ya en 2001- sino que ha alcanzado las semifinales en Hertogenbosch, Forest Hills y Luxemburgo y la tercera ronda del Open de Australia.

"Hace dos años, ya podía haber realizado algo similar, pero su lesión se lo impidió", asegura Miquel Magets, capitán del equipo español de Copa Federación y director del programa de desarrollo del tenis femenino de la Federación. "Ahora, sin embargo, se la ve mucho más madura y con más potencial para entrar en la élite mundial. Creo que es una tenista que puede moverse entre las 20 mejores. Pero para lograrlo deberá desarrollar un buen trabajo físico en esta pretemporada para hacerse más fuerte".

Por el momento, Anabel Medina ha desbancado a dos mitos de su pedestal en la clasificación. Pero las sombras de Arantxa y Conchita seguirán ahí durante muchos años.

Anabel Medina, durante un torneo en Barcelona.
Anabel Medina, durante un torneo en Barcelona.VICENS GIMÉNEZ

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