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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Theodore Taylor, de diseñador de bombas atómicas a pacifista

Theodore Taylor, un físico teórico que pasó la primera parte de su carrera como diseñador de armas nucleares aerodinámicas y la última parte de ella haciendo campaña antinuclear, murió el 28 de octubre en una residencia para la tercera edad de Silver Spring. Tenía 79 años y hasta hace poco había vivido en la comunidad de Wellsville, en el oeste de Nueva York. La causa fue una complicación de su enfermedad coronaria, dijo su familia.

Taylor, que trabajó en el Laboratorio Nacional de Los Álamos en plena guerra fría, adquirió renombre como diseñador de bombas de fisión de mínimo tamaño y máxima explosión. Más tarde dirigió el Proyecto Orión, cuya misión era desarrollar una aeronave interplanetaria propulsada con energía atómica. "Su ocupación consistía básicamente en miniaturizar armas", dice el físico Freeman Dyson en The Curve of Binding Energy (Farrar, Straus & Giroux, 1974), una reseña larga como un libro del doctor Taylor, escrita por John McPhee. "Fue el primer hombre del mundo que entendió lo que se puede hacer con tres o cuatro kilos de plutonio, que hacer bombas es algo fácil, que puedes diseñarlas a mano alzada, por así decirlo". Pero a mediados de los años sesenta Taylor se había convertido, según sus propias palabras, en un "desertor nuclear". Consejero frecuente sobre salvaguardas nucleares, escribió y dio muchas conferencias sobre la amenaza del terrorismo nuclear y los riesgos de la energía nuclear. Creía que un pequeño grupo clandestino, o incluso un solo individuo, podrían robar fácilmente material nuclear y, con la información públicamente disponible, construir una bomba atómica casera. "El genio nuclear ha proliferado considerablemente desde la primera vez que fue liberado", dijo en una conferencia de 1996. Su misión, afirmó a menudo, era volver a meterlo en la lámpara, y hacia el final de su vida se había convertido en una figura arquetípica: la del creador obligado a destruir su propia creación después de que ésta haya hecho amenazadores estragos.

Theodore Brewster Taylor nació el 11 de julio de 1925 en Ciudad de México. Sus abuelos habían sido misioneros y su padre era secretario general de la YMCA en México. Fue un chico brillante (terminó sexto curso el mismo año en que empezó cuarto) que estaba entusiasmado con su juego de química o, para ser más exactos, con sus posibilidades explosivas. "Disfrutaba poniendo clorato de potasio y azufre bajo los tranvías de Ciudad de México", escribió McPhee. "Había una llamarada y luego un tremendo estallido". Taylor obtuvo una licenciatura en el Instituto de Tecnología de California en 1945 y después intentó conseguir un doctorado en Física en la Universidad de California. Pero fracasó en los exámenes orales -carecía de la capacidad de centrarse en las cosas que no le interesaban- y dejó el departamento en 1949 (al final obtendría un doctorado en Cornell en 1954).

Encontró empleo en Los Álamos. "Antes de una semana estaba profundamente sumergido en el armamento nuclear", escribió Taylor en un artículo de 1996 en el Bulletin of the Atomic Scientists. "Estuve fascinado con cada trocito de información que recibí durante esos primeros días". Prodigiosamente inepto para las tareas cotidianas (aparcar un coche era superior a él), se convirtió en un artista de la bomba de fisión, tomando las voluminosas armas nucleares desarrolladas por el Proyecto Manhattan y haciéndolas más pequeñas y ligeras sin sacrificar su potencia explosiva. A lo largo de los siete años siguientes diseñó una serie de bombas aún más pequeñas, cuyos nombres maliciosos -Escorpión, Avispa, Abeja, Avispón- recogían tanto su tamaño como su picadura. Taylor desarrolló la bomba de fisión más pequeña de su época, Davy Crockett, que pesaba menos de 23 kilos. (En cambio, Little Boy, arrojada en Hiroshima, pesaba casi 4.100 kilos). En el otro extremo, diseñó Super Oralloy, que fue en aquel tiempo, escribió McPhee, "la bomba de fisión pura de mayor rendimiento jamás construida en el mundo".

Contemplada como una abstracción teórica, la obra de Taylor tenía una elegancia serena y cautivadora. Cuando hizo explosión en el desierto de Nevada, su destello y estallido fueron satisfactorios. Las armas, se recordaba a sí mismo con frecuencia, estaban pensadas para impedir una guerra nuclear, y si Estados Unidos no las desarrollaba, pronto lo haría la Unión Soviética.

En 1956, Taylor dejó Los Álamos para trabajar en Orion, que tenía el tamaño de un edificio de 16 pisos y que sería impulsada por 2.000 bombas nucleares, expulsadas una a una desde la parte inferior de la nave espacial (los diseñadores tomaron el modelo de esta característica de las máquinas expendedoras de Coca-Cola) y detonadas en el espacio. Él soñaba con visitar Marte y Saturno, pero el Tratado de Limitación de Pruebas Nucleares de 1963, que prohibía las explosiones nucleares en la atmósfera y en el espacio, puso fin al proyecto. A finales de los años cincuenta, cuando trabajaba para una división de General Dynamics, Taylor y varios compañeros suyos desarrollaron Triga, un pequeño reactor utilizado para la investigación y considerado como más seguro que los reactores tradicionales. En 1964 empezó a trabajar para el Departamento de Defensa como subdirector del Organismo para el Apoyo Atómico a la Defensa. Allí, contó después, llegó a ver las repercusiones para el mundo real de las elegantes bombitas que él había diseñado en Los Álamos. "Llegué a tener conocimiento de las características reales y del despliegue de lo que, para entonces, eran miles de armas nucleares", escribió en 1996. "La carrera de las armas nucleares tenía una fuerza y un ímpetu que yo no me imaginaba".

Se marchó en 1966 y al año siguiente fundó la Corporación Internacional de Investigación y Tecnología, una empresa de asesoría. En 1980 fundó Nova Inc., que desarrollaba alternativas a la energía nuclear. Entre otros libros, escribió The Restoration of the Earth (1973, con Charles C. Humpstone), Nuclear Theft: Risks and Safeguards (1974, con Mason Willrich) y Nuclear Proliferation: Motivations, Capabilities and Strategies for Control (1977, con Ted Greenwood y Harold A. Feiveson). También enseñó en Princeton durante una serie de años y fue miembro de la comisión del presidente para el accidente de Three Mile Island. Taylor enfocó su obra con el fervor de un converso y, quizá, la actitud de un penitente. "Racionalícenlo como quieran, las bombas fueron diseñadas para matar a muchas, muchas personas", dice en el libro de McPhee. "Si fuera posible tener una varita mágica y hacer imposible la fisión -fisión de cualquier clase-, yo agitaría rápidamente la varita".-

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