Cine incómodo

Leo con sorpresa una carta en la que una lectora narra su peripecia en un cine porque ha llegado 20 minutos tarde. Me puede sorprender hasta cierto punto el hecho de que un cine carezca de linternas, pero lo que me sorprende son las exigencias que mantienen dos personas que llegan con retraso.

Me encanta el cine y, sin embargo, hace ya años que decidí no ir. ¿Por qué? La lista es casi interminable: por las personas que llegan con retraso y levantan a todos los espectadores de una fila para poder acceder a sus asientos sin pedir ni siquiera disculpas; porque da lástima comprobar cómo muchas personas van al cine a comer palomitas y beber refrescos y con sus ruiditos no hay quien oiga la película; porque un buen número de personas que comen palomitas y beben refrescos no tiene problema en tirar al suelo sus desperdicios, y cuando acaba la sesión, en vez de un cine parece un vertedero, porque les gustará mucho el cine, pero la limpieza, poquito; porque hay personas que van al cine a hablar con su acompañante o a retransmitir todo lo que pasa en la pantalla, como si el resto de espectadores no entendiera la película...