La sombra del imperio
Las obras de un centro de interpretación amenazan el valor paisajístico de Baelo Claudia
En 1999, mucho antes de que el conjunto arqueológico de Baelo Claudia (Cádiz) quedara incluido en lo que hoy es el Parque Natural del Estrecho, los técnicos de la Consejería de Medio Ambiente comenzaron a aplicar en este enclave un ambicioso programa de mejora ambiental y paisajística en colaboración con la Consejería de Cultura. Entre otras acciones se eliminaron multitud de elementos extraños que afeaban la contemplación de las ruinas, desde viejos muros de mampostería levantados por los ganaderos de la zona hasta cerramientos en desuso o cascotes y piedras ajenas al viejo asentamiento romano.
Si Medio Ambiente se implicó entonces en estas tareas fue, precisamente, por la singularidad paisajística de Baelo Claudia. Los restos de este municipio romano, dedicado a la industria y el comercio de productos pesqueros, se levantan en la ensenada de Bolonia, una de las más hermosas del litoral andaluz, a caballo entre las sierras de la Plata y de San Bartolomé, en el término municipal de Tarifa.
Esta situación idílica, por cuanto no es muy frecuente en el saturado litoral andaluz, podría verse afectada por el futuro centro de interpretación del conjunto arqueológico, cuyas obras han desatado las protestas de algunos colectivos conservacionistas, preocupados por el impacto visual del nuevo edificio.
La Asociación Gaditana para la Defensa y Estudio de la Naturaleza (Agaden) fue la primera en mostrar su disconformidad, y así se lo ha hecho saber a la consejera de Medio Ambiente, Fuensanta Coves, y al presidente de la Junta, Manuel Chaves, a los que ha remitido sendas cartas denunciando "el atropello estético y paisajístico que se está cometiendo en el entorno histórico-arqueológico-natural del conjunto de Baelo Claudia".
El impacto del edificio que albergará el futuro centro de interpretación, proyecto dependiente de la Consejería de Cultura, merece el calificativo de "tremendo", ya que, a juicio de Agaden, "es visible desde cualquier punto de la ensenada debido a su exagerado volumen, a sus imponentes paredes de hormigón gris y, en definitiva, al mal gusto de la persona o grupo que ha diseñado y dado el visto bueno a tan aberrante proyecto".
A las críticas también se han sumado los socios andaluces de la Asociación para la Interpretación del Patrimonio (AIP), que reúne a profesionales de toda España dedicados a esta tarea pedagógica. En este caso, sin embargo, no se cuestiona la profesionalidad del arquitecto responsable del proyecto (Guillermo Vázquez Consuegra), ya que, a juicio de esta asociación, "es un muy buen profesional, reconocido internacionalmente y con obras destacadas". Sin embargo, a la vista de algunos de sus trabajos previos, no es la primera vez que "sobrevalora su propia creación y deja en un plano de curiosidad las estructuras preexistentes que él mismo ha decidido conservar". Y ésta, subrayan los socios de la AIP, es una característica de su manera de hacer que "debería haberse tenido en cuenta por parte de los políticos y técnicos de las administraciones públicas a la hora de encargarle una obra en un entorno histórico y natural como el que nos ocupa".
Sí que aparecen las coincidencias con los ecologistas a la hora de valorar el impacto paisajístico de la obra, que en este caso se califica de "descomunal", por cuanto supone "la aberrante burla a un paisaje que era de todos, dentro de un parque natural de reciente creación". Para interpretar el patrimonio, para "revelárselo" al público, explican estos especialistas, "no hace falta emular a los faraones". "Un entorno que había encandilado a miles de personas a lo largo de décadas, por su sencillez y armonía, donde las ruinas de la ciudad romana estaban plenamente integradas con la placidez de un lugar amable, admirable y de belleza deslumbrante, pierde su encanto gracias al edificio que, se supone, nos ayudará a sentir el lugar", concluye la Asociación para la Interpretación del Patrimonio.
Aunque desde este colectivo consideran que "es bien difícil dar marcha atrás", Agaden sí que reclama la paralización de las obras hasta que se revise el proyecto y se minimicen sus impactos. El objetivo final sería, consideran los ecologistas, construir un centro de interpretación "que pase desapercibido en el paisaje, ocupando un segundo lugar y dejando el protagonismo a las ruinas y su ensenada natural, como así ha sido durante más de veinte siglos".
Las obras del nuevo edificio se iniciaron en marzo de 2003 sobre una superficie de unos 2.000 metros cuadrados, por lo que su ejecución está muy avanzada. Cultura sostiene que, una vez concluido, se integrará en el paisaje y que incorporará elementos arquitectónicos típicamente mediterráneos. Además de albergar diferentes recursos para interpretar las ruinas, también servirá para que en él se acomode la administración del conjunto arqueológico.
sandoval@arrakis.es
Polémica virtual
La polémica desatada en torno al centro de interpretación de Baelo Claudia también se ha trasladado al gran escaparate de Internet. En www.celtiberia.net, página web que reúne a unos 5.000 usuarios registrados cuyo interés común son los temas de arqueología e historia, figura un completo artículo en el que se alerta sobre el impacto paisajístico del nuevo edificio.
Al parecer, revela el mencionado artículo, el emplazamiento actual de la controvertida obra, frente por frente a la playa de Bolonia, no coincide con el que, en principio, propusieron los técnicos del conjunto arqueológico. Inicialmente se pensó que el centro podría ubicarse detrás de la ladera que da a la playa, junto a la carretera que sube en dirección a la Sierra de la Plata, en un discreto segundo plano. "El problema era que, efectivamente, el centro de interpretación no se veía", precisa el documento.
A pesar de las críticas, desde la Consejería de Cultura, se defiende la idoneidad del edificio y su emplazamiento, al considerar que en su día se barajaron todas las opciones posibles hasta elegir la más idónea, teniendo en cuenta que un requisito indispensable, y lógico, era acometer las obras en un lugar en el que no existieran restos arqueológicos.
Desde los sectores conservacionistas que han alzado su voz contra el edificio se argumenta que, al margen de la profunda alteración que introducirá en un enclave poco modificado, la obra le hace un flaco favor a la disciplina urbanística que la Junta trata de imponer en los municipios del flamante parque natural, "donde los especuladores urbanísticos", sostiene Agaden, "están moviéndose en la sombra para meter hormigón dentro de este espacio protegido".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.