Si hoy es viernes, esto es Ohio
La tensión, los cambios de mítines de últimahora y el refuerzo de la seguridad marcan los últimos días de la campaña electoral
El equipo de George W. Bush sella los mítines en los que aparece el presidente: sólo pueden asistir simpatizantes con invitación. El servicio secreto y la seguridad lo controlan. En esta situación, es irónico el llamamiento que el presidente lanza a los demócratas moderados o de sentimientos religiosos para que le voten, porque entre su público no hay ninguno. Obviamente, el objetivo es el despliegue no son ellos, sino las televisiones locales que cubren el acto.
El equipo del senador John Kerry adelanta con el mínimo plazo de tiempo posible los desplazamientos del candidato. Según una portavoz demócrata, Fabiola Rodríguez, "por razones de seguridad, pero también para evitar lo que nos ha ocurrido muchas veces: el equipo de Bush sabe dónde vamos a estar y organiza un mitin en la calle de al lado, como ocurrió en Des Moines". Los republicanos lo niegan.
Los candidatos preguntan a menudo adónde vuelan o en qué hotel están
Todos se cruzan en los itinerarios frenéticos de los últimos días, porque la campaña se concentra en media docena de Estados. En el torbellino están los candidatos, sus familias -las gemelas de los Bush, las hijas de Kerry y los hijos de su mujer, Teresa Heinz- y todos los efectivos movilizables. Algunos preguntar a qué ciudad están volando o en qué hotel se despiertan, aunque amanecer en Ohio no garantiza que sea viernes: puede ser jueves o sábado. Ayer, Bush estuvo, por este orden en Michigan, Ohio, Pennsylvania; el día anterior había recorrido... Pennsylvania, Ohio y Michigan. Kerry estaba en Ohio y Wisconsin, y tenía previsto acabar en Florida. Es la lucha final, o casi: la pelea seguirá si no hay un resultado claro en la noche del 2 de noviembre.
No sólo conviene que la campaña acabe ya, por la salud mental de los protagonistas y sus equipos. Aunque la politización es relativa y la campaña intensa afecta sólo al 20% del país, los ciudadanos bombardeados por la persistente publicidad televisiva y por los medios que pronostican recuentos sin fin y crisis constitucionales pavorosas sufren las consecuencias y tienen lo que The Washington Post llama PEAD, siglas que corresponden en inglés a un supuesto Desorden de Ansiedad Pre Electoral.
Ese síndrome es el que ha debido llevar a algún publicista republicano a manipular la foto de un mítin de Bush con soldados: al retocar el escenario faltaban uniformes, con lo que se incluyeron algunos clones. Problema: aparecían varias caras repetidas. Los demócratas se escandalizaron, y los republicanos dijeron que fue un error de edición electrónica y que lo van a arreglar ofreciendo la versión no editada.
Todos los esfuerzos tienen un doble objetivo: animar a los leales para que voten en masa y tratar de que los indecisos se decidan. En el primer capítulo, hay empate. El Pew Center dice que el 95% de los republicanos aseguran que no van a abandonar a Bush, y Kerry cuenta con la fidelidad a muerte del 94% de los demócratas. En medio están los indecisos. Según el mismo sondeo, nada menos que un 16% del electorado no sabe aún qué hacer (otros creen que los indecisos oscilan sólo entre el 4 y el 8%). Y las simpatías parecen repartidas: Kerry tiene la opinión favorable del 73% y le ve mal el 21%; a Bush le ven con buenos ojos también el 73% de los indecisos, pero con malos el 24%.
En principio, los indecisos tardíos benefician en mayor proporción al candidato que aspira a entra en la Casa Blanca, no al que la ocupa, pero hay demasiadas circunstancias especiales en estas elecciones como para fiarse de las tendencias históricas. O de los niños: desde 1956, los pequeños lectores de la revista Weekly Reader -que llega a 50.000 escuelas y colegios- han votado por uno de los candidatos. Este año, 57.000 han participado en el sondeo, y el ganador, con más del 60%, es Bush. Para compensar, la encuesta estudiantil de Nickleodeon prefiere a Kerry por un margen del 53 contra el 47%.
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