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Crónica:CIENCIA FICCIÓN
Crónica
Texto informativo con interpretación

Estaciones espaciales: de 2001 a la ISS

AÑO 2029 en los confines del sistema solar. Un equipo de científicos, a bordo de la estación orbital experimental Oberon, adiestra a decenas de primates como pilotos espaciales. Este es el futuro imaginado por el genial cineasta Tim Burton en su peculiar remake de El planeta de los simios (2001).

Dejando a un lado la inoportunidad de situar una estación orbital como la Oberon, tenuemente bañada por el Sol, junto al gigante gaseoso Saturno (comparable a los problemas de ubicación que presentaba el monumental invernadero, en órbita alrededor de Júpiter, del clásico Naves misteriosas), las perspectivas que muestra el film de Burton parecen algo alejadas de la realidad.

En 1968, Stanley Kubrick y Arthur C. Clarke imaginaban un 2001 rebosante de tecnología, con bases en la Luna y rutilantes estaciones orbitales (la iconográfica nave con forma de doble rueda de carro). Pasados tres años de esa fecha mítica, las perspectivas resultan poco halagüeñas: la triste herencia de 2001 se ha dejado ver en contados ejemplos, de alcance y prestaciones mucho más modestas que las imaginadas por Clarke: pequeños laboratorios orbitales, como el Skylab, y estaciones permanentes como la Mir o la todavía inconclusa Estación Espacial Internacional (mucho más modesta que su análoga en la ficción, la estación de 2001, que estaba dotada de mobiliario de diseño y de, incluso, un hotel Hilton...).

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La Estación Espacial Internacional (ISS) constituye la plasmación de un proyecto científico y tecnológico de primer nivel, en el que participan 16 países (Estados Unidos, Rusia, Japón, Canadá y la Unión Europea). Iniciada con el lanzamiento de un cohete ruso Protón en noviembre de 1998, que ubicó el primer módulo de la ISS en el espacio (Zarya), tendrá, una vez completada, una masa total de 450 toneladas y 1.200 metros cúbicos de espacio presurizado, con capacidad para siete astronautas y cosmonautas, y espacio suficiente para el desarrollo de experimentos científicos.

Las condiciones de ingravidez en el interior de la ISS abrirán una nueva ventana a la investigación científica. El desarrollo de una llama en fenómenos de combustión, el crecimiento de determinadas estructuras (que llevarán al desarrollo de insospechados nuevos fármacos), o el comportamiento de un fluido en ingravidez constituyen posiblemente la punta del iceberg, el inicio de una nueva era de apasionantes descubrimientos científicos en un territorio, todavía por explorar.

Algunos de los temas actualmente en desarrollo incluyen el peculiar crecimiento de proteínas como cristales casi perfectos (algo completamente inhibido por la gravedad en los laboratorios terrestres), lo que sin duda arrojará nuevos resultados sobre el papel que desempeñan las proteínas en el funcionamiento del cuerpo humano.

El crecimiento de células en condiciones de ingravidez y su aparente mayor longevidad es otro de los temas de interés. En este sentido se esperan avances significativos en la lucha contra enfermedades como el cáncer. Asimismo, se sabe que la ingravidez produce cambios sutiles en la estructura y funciones de diversos órganos del cuerpo humano, como el cerebro, los músculos, los huesos o el sistema inmunitario, entre otros, sin conocerse hasta la fecha los motivos exactos.

Estudios futuros en esta dirección permitirán esclarecer cómo se adapta el cuerpo humano en el espacio, y ayudarán a corregir los problemas derivados, posibilitando una mayor extensión del tiempo de permanencia de un astronauta en el espacio (de especial relevancia para futuras misiones espaciales tripuladas a otros planetas, como Marte).

El experimento europeo Matroshka, un maniquí construido con fibras parecidas al tejido humano, permanecerá en el exterior de la ISS durante un año, expuesto a las inclementes radiaciones cósmicas ionizantes. Mediante un conjunto de sensores ubicados en su interior, se espera estimar la dosis de radiación recibida en distintos órganos (estómago, pulmones, ojos, riñones...) y establecer cuantitativamente los riesgos que sufre un astronauta durante las habituales actividades extravehiculares. En resumen, aunque la vida en la Tierra sea, a veces, una verdadera odisea, mucho nos queda para emular esa otra, de corte espacial, imaginada para el 2001.

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