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Reportaje:

Madrid se emociona con Serrat

El cantante recibe con sobriedad la calurosa acogida del público

"A estas edades, cuando no hay un ajo hay una cebolla". Así, con un poco de seny y mucha naturalidad, explicaba anoche, poco antes del concierto, el pianista Ricardo Miralles (su compinche y contertulio de escenario) la situación de Joan Manuel Serrat. Cinco minutos después el público que abarrotaba el teatro Albéniz para presenciar el primero de los seis conciertos (todas las entradas están agotadas) que el cantante dará en Madrid se puso de pie y tributó al ídolo enfermo una larga y emocionante ovación. Con un aspecto envidiable, moreno, aparentando veinte años menos de los que tiene, Serrat agradeció, con sobriedad e ironía, el recibimiento cantando por Alberti (Se equivocó la paloma) y luego hablando un poco, para deleite de aquellos que prefieren oírle hablar a cantar: "Bienvenidos a su casa, gracias por abrirme las puertas e invitarme a pasar". Tres o cuatro mujeres contestaron con piropos ("guapo", "macizo", "tío bueno") y el artista procedió a calmar los ánimos: "Agradezco mucho las palabras cariñosas y las doy ya por supuestas".

No faltó ningún éxito y el público ovacionó cada tema con verdadera pasión de enamorados

Parecía una noche más con Serrat en el escenario. Pero era una noche distinta. El cantante (Barcelona, 1943) acaba de anunciar que en noviembre se operará de un cáncer de vejiga que sufre desde hace unos meses y que tendrá que cancelar sus conciertos en Latinoamérica. De allí llegaron durante todo el día telegramas y llamadas de ánimo para Serrat. Y en Madrid sus fieles acudieron en masa y con un entusiasmo renovado a recibirlo. Había muchas mujeres de mediana edad, pero también hombres entregados, algunos jóvenes y gente con jet lag, como Violeta López, una seguidora mexicana que vino a toda prisa en avión y se metió hasta el camerino para pedir a la gente de producción que Serrat le firmara un disco: "Es el mejor y siempre lo será".

Lo mismo pensaban, vistas las miradas de arrobo, los 58 profesores de la Orquesta de la Comunidad de Madrid que le acompañan estos días en la presentación del disco Serrat sinfónico, un repaso a los grandes clásicos de su carrera con arreglos de Joan Albert Amargós, que da a los himnos serratianos un nuevo toque entre película Disney y musical americano, mezclado con el efecto elegante, seductor y siempre más convencido de las letras que de su poderío vocal que suele ofrecer el autor de Piel de manzana o Mediterráneo.

El concierto empezó casi inaudible, pero poco a poco, como suele, Serrat fue calentando la voz y transmitiendo mucho mejor. Cantares, El carrusel del Furo, Mi niñez, Pueblo blanco, Pare, Princesa, no faltó ningún éxito. Se despidió a lo grande, con Lucía, y el público ovacionó cada tema con verdadera pasión de enamorados.

En el camerino, poco antes del concierto, todo parecía igual que de costumbre, pero los amigos no dejaron de pasar a saludar y a arropar al cantante, que se despedirá temporalmente de los escenarios el próximo 4 de noviembre en Girona. Allí estaba su mánager, Berry Navarro; su mujer, Candela; su hija, María; sus dos nietas... "¿El Joan? Está perfecto, como siempre", decía Candela. "Es una persona superluchadora y superfuerte y superará esto como ha superado tantas otras cosas", afirmaba Miralles, que se ha perdido un par de meses de la gira que empezó en el Palau Sant Jordi el 3 de diciembre de 2003. "Tiraremos para adelante como hemos hecho siempre, lo único que nos pasa hoy es que tenemos los nervios propios de cada debú en Madrid", concluía el pianista. Serrat saludó lleno de afecto a Fontanalls, viejo amigo del mundo de la escena, y resumía así la decisión de anunciar su enfermedad: "Para suspender una gira no se puede mentir, hay que decir la verdad".

Joan Manuel Serrat, anoche, en el teatro Albéniz de Madrid.
Joan Manuel Serrat, anoche, en el teatro Albéniz de Madrid.BERNARDO PÉREZ

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