"En la cancha no hay democracia, mando yo"
Bozidar Maljkovic apela a su carácter y a sus métodos para explicar el buen arranque del Madrid, el mejor desde 1998
A Bozidar Maljkovic le gusta el monólogo en la cancha -"sólo quiero oír mis órdenes"-, el rigor -"soy duro, muy duro"- y las estadísticas -"cada movimiento hay que repetirlo de 9.000 a 11.000 veces, está comprobado"-. Maljkovic (Otacec, Yugoslavia, 1952) entrena al Madrid desde el mes de junio. Entonces se encontró un grupo "anímicamente hundido". Un club deprimido y desorientado. Un vestuario enrarecido. Un entrenador desquiciado y con fecha de caducidad anual: Scariolo, Imbroda, Lamas. Un montón de jugadores "muy prometedores" estampando su firma un día en el contrato y al poco en el finiquito.
Cuatro meses después, aferrado a la disciplina, "sin pulmones no hay talento", el Madrid presume de su mejor arranque liguero desde hace seis años -en 1998 ganó ocho encuentros de manera consecutiva-. Ha ganado sus cuatro partidos. Además, ha conseguido que le encesten muy poco. Al que menos de todo el campeonato: 252 puntos, 63 por partido.
Durante los últimos años del siglo pasado a Maljkovic le fichaban para que se hiciese una fotografía acunando la Copa de Europa -Jugoplastika (89 y 90), Limoges (93) y Panathinaikos (96)-. Con el Barcelona fue subcampeón en 1991. Pero en los primeros pasos del siglo XXI reconoce que su misión ha variado: "Me he especializado en recuperar equipos".
Una tarea a la que aplica las recetas aprendidas en la escuela del mítico técnico yugoslavo Nikolic: "Trabajo y más trabajo". Las mismas que Ivanovic u Obradovic. "El talento es muy importante, pero es la guinda de las horas de entrenamiento". Maljkovic ejerce de gran capitán y no lo oculta: "En la cancha no puede haber democracia, sólo mando yo". Lo dice subrayando las palabras con una sonrisa. "A mí me gusta el diálogo, pero cuando yo crea que es conveniente", insiste suavizando el discurso. "Yo quiero mucho a mis jugadores... porque si no es así los echo antes de empezar la temporada".
Y a los jugadores, faltos de confianza en los últimos años, sin un guía, parece que les gusta ese sistema. Les agrada seguir "al jefe". Tirso Lorente, una institución de la entidad y ayudante del técnico, asegura que en la caseta se vive "el mejor ambiente de los últimos años". Maljkovic, conocido como Boza, confirma que sus "chicos" necesitaban un baño de disciplina: "Desde el primer día he visto que los veteranos, Bennett o Herreros, me han mirado con los ojos bien abiertos. Quizá sea por el respeto que impongo". Para ilustrar ese respeto recita una anécdota: "Cuando me fui del Barça, Manolo Flores me dijo que nunca le habían dicho tantas cosas malas como yo le dije, pero que siempre tenía razón. Eso mismo es lo que hago con Herreros, con Reyes o con Bennett".
Maljkovic ha ofrecido a Lolo Sainz, director de la sección de baloncesto, sus servicios para enderezar el rumbo de la cantera blanca: "Tengo un sistema hecho hace muchos años para los jóvenes. Es un sistema que ha funcionado en otros clubes en los que he estado. El único en el que me dijeron que no les interesaba fue en el Panathinaikos, decían que era más práctico fichar". Pero reconoce que no va a tener tiempo de supervisarlo personalmente: "Tengo demasiado trabajo con el primer equipo".
También ha puesto al servicio del club sus recursos para rastrear el mercado en busca de refuerzos -el pasado miércoles cerró el fichaje del belga Hervelle-. "Pocas veces me equivoco buscando jugadores. Si tengo una pequeña duda no ficho. Tengo amigos yugoslavos por todo el mundo, croatas, serbios o eslovenos porque nosotros no nos guardamos rencor. Tengo una gran red de información que me hace ser el que más sabe del mercado. Lo hacen gratis, además. Gracias a esa red conozco las características humanas de los jugadores y sé si se van a adaptar a mi nivel de exigencia y cómo se van a comportar fuera de la cancha".
Maljkovic, con esos mimbres, tiene tres años para "hacer un equipo ganador", según Lolo Sainz. El técnico, partidario de "asumir riesgos", se encontraba en paro cuando recibió la llamada blanca. Según él, tenía la corazonada de que se acordarían de él y por eso renunció a dirigir a la selección serbia. La primera transformación confesa del preparador es "convertir en legionarios a sus jugadores". Para ello insiste en que la clave es "machacarse" en las prácticas. "Aún nos falta mucho, para realizar bien un movimiento en baloncesto hay que repetirlo miles de veces, está comprobado. La única manera de reducir ese número es si el jugador está muy concentrado mientras lo practica".
Sin embargo, a pesar de la seguridad que transmite en sí mismo, el yugoslavo no se resiste a remarcar las diferencias entre su grupo y sus máximos rivales: "Tenemos un gran retraso con respecto al Barça, pues ellos conocen sus sistemas. Tienen un jugador nuevo y muchos acoplados. Yo tengo uno acoplado y todos nuevos".
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