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La Cartuja reorienta su producción de loza a empresas y restauración al año de su reapertura

Portes, el nuevo propietario, incrementa un 12% la plantilla de la fábrica hispalense

El primer mes, los empleados de La Cartuja sólo lo pudieron dedicar a limpiar y ordenar el caos generado por la última de una larga sucesión de crisis empresariales que había estado a punto de acabar con la histórica fábrica sevillana de loza. Ahora, casi un año después de la entrada en la empresa de un nuevo propietario, Emilio Portes, La Cartuja afronta su primera campaña navideña (crucial en sus cuentas) tras un millonario plan de inversiones para remodelar las instalaciones y una intensa campaña de promoción que busca clientes en dos nuevos mercados: la restauración y el regalo de empresa.

Las deudas acumuladas por La Cartuja con la Seguridad Social y Agencia Tributaria y la gestión de los anteriores propietarios, la familia Ruiz de Alda, pusieron al borde de la quiebra a una de las fábricas de cerámica más famosas de Europa, fundada en 1841. La presión sindical, la intercesión de las Administraciones central y autonómica, y el paso adelante que dio Emilio Portes, director-gerente de la empresa cárnica Jamones El Campo, salvó una situación que dejó sin actividad a la factoría durante diez meses.

Tras complejas conversaciones con la Administración central, que se había quedado con las marcas y el terreno de las instalaciones en Salteras (Sevilla) por el impago de las deudas (unos 8 millones de euros), Portes logró "retrotraer" la situación a los acuerdos que se adoptaron en la anterior suspensión de pagos (1999), lo que le permitió rebajar el importe y "cancelar la deuda".

"A día de hoy, todos las instalaciones y las marcas son propiedad de La Cartuja", puntualiza Portes, empeñado en "reposicionar a La Cartuja en el mercado". El empresario quiere que las piezas de la fábrica sevillana vuelvan a ser consideradas por su singularidad, el peso histórico de su marca y las técnicas artesanales de su proceso.

En los acuerdos con el Ejecutivo andaluz, que le concedió un crédito de un millón de euros, Portes se comprometió a realizar un plan de inversión de unos cuatro millones de euros en tres años para mejorar las instalaciones de la empresa y a conservar los puestos de trabajo y las condiciones laborales. Para el plan de inversiones, Portes negoció una línea de créditos con El Monte -"calculo que ya hemos ejecutado el 70% del plan sólo en este año", asegura-, que le ha servido entre otras actuaciones, para instalar un taller de decoración completamete nuevo.

A falta de la campaña navideña, Portes cree factible "superar de manera razonable" la facturación prevista para el primer año, unos 5 millones de euros. Una actividad que se ha traducido también en la plantilla, que se ha incrementado un 12% con la incorporación de 16 nuevos trabajadores. "Con la administración sólo falta un fleco, el plan de prejubilaciones para una parte de la plantilla que ha planteado el comité de empresa, mi compromiso es que no se amortizará ningún puesto de trabajo", afirma Portes.

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Regalos con distinción

Emilio Portes está persuadido de que el futuro de La Cartuja está en fortalecerla como marca de distinción. De ahí que se haya centrado en asegurar la calidad del proceso de producción, en ser estricto con la eliminación de los productos defectuosos y en mejorar la presentación de los productos. "No hay nada que inventar, sólo tenemos que recuperar nuestra tradición", afirma Portes.

En su vuelta al mercado detallista de regalo, su principal negocio, La Cartuja subió el precio de sus productos "un 35% de media". "No ha habido problemas, los establecimientos colaboradores lo han encajado bien", asegura.

Para abrir nuevos mercados, La Cartuja se ha dirigido a 100.000 compañías españolas, a las que ofrecen un completo catálogo de los productos que pueden comprar para realizar regalos de empresa. Portes tiene claro cuál es su principal activo: "en nuestro museo, tenemos un fondo de 2.500 decorados que empezaron a conservarse en 1841 y que apenas se ha utilizado". De esa colección, salen los dibujos que adornan alguna de los últimos lanzamientos, como el de una mancerina (una bandeja diseñada en el siglo XVII para servir chocolate) de la que se ha realizado una serie limitada de 5.000 unidades a 275 euros.

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