La fuerza del cariño
Es cosa sabida que las madres y padres compartimos a menudo experiencias relacionadas con nuestros hijos, buscando de alguna manera consejo y apoyo a nuestro alrededor en situaciones que a menudo nos superan. Una amiga viuda me comentaba hace unos meses las cuitas relacionadas con su hijo adolescente y me decía, no sin cierta preocupación y en demérito propio, si no tendría algo que ver la falta de la figura paterna. Le respondí que para nada era determinante y le relaté experiencias similares vividas en mi hogar mixto (padre/madre), añadiendo que las situaciones son siempre superables, sobre todo cuando quienes ejercemos la función de tutor/a aplicamos en dosis adecuadas cariño y disciplina.
Las mejores lecciones de amor las he recibido de personas que no son mis progenitores (Goyo, Carmen, Vicente, Teresa: muchísimas gracias), clara muestra de que los estereotipos son únicamente eso, pero de ninguna forma dogmas. Necesitamos rodear a los menores (también a quienes no lo son) de la estabilidad que proporciona el sentirse queridos, respetados y protegidos, algo para lo que se está capacitado o no en función de variables que nada tienen que ver con el estado civil o la condición sexual.
Darle tantas vueltas a ésto son ganas de quedarse mirando el dedo y perderse la hermosa vista de la luna.