Aspiraciones de Unió
Unió Democràtica de Catalunya, el partido democristiano catalán que encabeza Josep Antoni Duran Lleida y que está federado con Convergència Democràtica de Catalunya, ha celebrado su 23º congreso con un estilo que debería convertirse en punto de referencia de madurez política. Cuando tras muchos años de ejercicio del poder (los 23 años de la era pujolista) las urnas obligan a un partido a desalojarlo, corre el riesgo de que el desconcierto cunda entre sus cuadros dirigentes. De ahí a nublárseles la noción de realidad, caer en exageraciones ridículas, perder sus señas de identidad, o abandonar el sentido de responsabilidad para apuntarse a una oposición patética o desnortada no hay más que un paso. Hay ejemplos recientes de todo ello en nuestro país. No es, a lo que parece, el caso de Unió.
El primer mensaje político del cónclave ha sido el europeísmo. En la mejor tradición democristiana, Unió ha sabido romper el intento de fraguar un frente nacionalista contra el Tratado Constitucional de la UE. Reconociéndolo mejorable, ha solemnizado su voto favorable en el referéndum de febrero. El segundo, su reclamación de la centralidad política en Cataluña, en la tradición pujoliana, lejos del radicalismo al que se ve tentada la actual cúpula de Convergència, a cuyo líder designado, Artur Mas, Duran ignoró olímpicamente en sus discursos.
Duran se propone tanto resistirse al síndrome de acentuar el nacionalismo en competencia con Esquerra, como abrirse a ámbitos de la izquierda sociológica para competir con las formaciones del tripartito. Pero difícilmente facilitará esa apertura el mensaje, muy conservador, ratificado en el congreso en temas de moral sexual, familia y escuela, o la ausencia de autocrítica a su propia gestión sobre los fondos públicos de empleo, tan discutida desde el caso Pallerols.
La combinación de una práctica democrática liberal, valores religiosos menos liberales, y amplias dosis de pragmatismo es una constante histórica de este veterano partido, que ya permaneció fiel a la II República y a la Generalitat de entonces aunque militara en la oposición a sus Gobiernos. Ahora el envite del Congreso persigue la invasión del espacio de centro- derecha, compartido por el PP y por Convergència, con el objetivo bien claro de aspirar a un papel más relevante que el que ha jugado durante los últimos 25 años como socio minoritario del nacionalismo.
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