Pedrosa entra en la historia
El español, que acabó cuarto, se convierte en el campeón más joven de todos los tiempos en los 250cc
Ni Valentino Rossi se atrevió a tanto. A las seis y once minutos de la mañana del domingo, hora española, Daniel Pedrosa llegaba cuarto a la meta en el Gran Premio de Australia y se convertía en el campeón más joven de todos los tiempos en la categoría de 250cc. Con 19 años y 18 días superaba al italiano Marco Melandri, y, además, despojaba a su adorado Rossi de uno de sus múltiples récords, al ser el corredor más precoz en convertirse en bicampeón del mundo.
"Este niño es la leche", gritó Alberto Puig, descubridor, confidente y maestro de Pedrosa cuando su niño traspasaba la línea de meta en el circuito de Philip Island. Casi seis años habían transcurrido desde que Puig juntó a cerca de 6.000 chavales en el madrileño circuito del Jarama en su intento de encontrar nuevos talentos. El pequeño Pedrosa, tímido, huidizo, escondido entre aquella marabunta de aspirantes a pilotos, apenas se dejó ver. Pero algo atisbó Puig en su comportamiento: "Tenía la mirada afilada", declararía tiempo después, como si ello fuera una credencial de peso. El caso es que la sociedad Puig-Pedrosa comenzó a funcionar. La mala leche (en el sentido más deportivo de la palabra) que le faltaba al corredor le sobraba al mánager. Ambos se han rebelado este año ante el cruel debate creado sobre el peso, mejor dicho, el poco peso, de Pedrosa y las ventajas que ello le reportaba. Ayer, en Australia, nadie osó poner en cuarentena la histórica conquista del catalán por unos kilos de menos. Ayer, en Australia, el motociclismo mundial no pudo por menos que aplaudir la hazaña de un piloto formidable.
El fracaso de sus rivales abrió la polémica sobre el peso, pero nada ha eclipsado su hazaña
Optó Pedrosa por la prudencia y se conformó con la cuarta plaza, que le daba el título. El día anterior había sufrido una brutal caída en los entrenamientos cuando circulaba a 210 kilómetros por hora. Un mal augurio era aquello, tratándose el australiano de un circuito en el que el pasado año Pedrosa tuvo un accidente que le hizo añicos ambos tobillos. Para más inri, en la sesión preparatoria anterior a la carrera, su moto se paró de repente, por lo que a toda prisa hubo que sacar a escena la máquina reserva. Así las cosas, Pedrosa prefirió no arriesgar. Sebastián Porto, el único que podía retrasar el triunfo del español, al que le bastaba con acabar el 14º en caso de victoria del argentino, se escapó en la primera vuelta y nadie osó hacerle sombra. Pedrosa se mantuvo en el tercer puesto, por detrás del sanmarinés Álex De Angelis, y ahí viajó hasta que fue rebasado por Manuel Poggiali a tres vueltas del final. Ningún problema. Sólo una caída podía privar a Pedrosa de coronarse. Forzar se antojaba un disparate y Pedrosa, pese a ser ya un grande de este deporte, no es Rossi.
Con media cara pintada de azul, una camiseta conmemorativa del título que acababa de conquistar en la que se leían términos como fuerza y honor y una especie de sable samurai en la mano, Pedrosa subió al podio dando una imagen bien distinta a la habitual, tan discreto como suele mostrarse. Fue el colofón a una temporada magnífica, en la que enseña unos números de lujo, con seis victorias, cinco segundos puestos, un tercero y dos cuartos. Sólo abandonó en una carrera, la de Jerez, donde le traicionó la lluvia, su gran enemigo, por no decir el único, durante este campeonato.
Pedrosa cogió ayer el relevo de Sito Pons, el último español en lograr el título en los 250cc, allá en el año 89. "Todos los españoles estamos de enhorabuena", declaró Pons, valorando el triunfo de un Pedrosa al que no se esperaba en lo más alto del escalafón. Parecía ese puesto reservado a Poggiali, vencedor el año pasado, a Porto, a Fonsi Nieto -que ayer se cayó en la primera vuelta- o a Toni Elías, que finalizó quinto. Pero no a Pedrosa. Los fracasos de unos y otros provocaron la polémica del peso, pero no logaron eclipsar la excepcional actuación de un señor que bajo su aspecto enclenque guarda un tesoro de talento, y a quien el mismísimo Rossi ha nombrado su heredero.
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