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Reportaje:MOTOCICLISMO | Gran Premio de Australia

El delirio en Castellar

Un millar de vecinos de Pedrosa se reúnen en un pabellón, por segundo sábado consecutivo, para ver en directo el triunfo de su ídolo

Ana Pantaleoni

Siempre quiso ser como los que salían corriendo en moto en la tele. Nadie tenía que despertarlo. Se levantaba a las cuatro de la mañana para ver las carreras. Cuando bajaba su padre al salón, Dani Pedrosa lo esperaba sentado en el sofá. Sólo tenía cinco años y hacía uno que conducía una Italjet 50 de motocross. Ayer fue Dani el que ocupó a las 5.30 la pantalla gigante. Y su pueblo, Castellar del Vallès (Barcelona) -aunque él naciera en la vecina Sabadell-, madrugó para ver cómo, esta vez sí -hace una semana se quedó en Sepang (Malaisia) a sólo dos puntos del título- se proclamaba campeón del mundo en la categoría de 250 cc. Y en su primer año en esta cilindrada. Lo impensable.

"Hacía mucho tiempo que nadie pilotaba una moto como él", exclama un seguidor
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Decenas de motos deportivas se concentraban pasadas las cuatro de la madrugada en el exterior del Espai Tolrà, en Castellar. En el interior del recinto ferial, más de mil personas, niños, mujeres y hombres por igual. Todos motivados por un solo color, el azul de Dani Pedrosa, y un número, el 26. Jesús, sentado en primera fila, conoce bien a Pedrosa. Dice que es humilde: "Hacía mucho tiempo que nadie pilotaba una moto como él". La voz de Jesús se entremezcla con los gritos de euforia de un público completamente entregado y con muchas ganas de fiesta. David, vecino de calle del piloto, afirma que lo bueno que tiene este joven es que no se le ha subido la fama a la cabeza. Una opinión que comparten muchos de los presentes.

Pedrosa se crió viendo vídeos de campeones como Rainey, Lawson y Doohan: memorizaba las curvas, las marchas y las hojas de tiempo, hasta que le llegó su momento. En enero de 1999 conoció a Alberto Puig, ex piloto y entrenador. Pedrosa se transformó en su apuesta personal y en su compañero en los últimos cuatro años. Tenacidad y alto poder de concentración son dos de las cualidades que destaca Puig de este catalán, que siempre está en lo que tiene que estar, la moto.

En Castellar, de madrugada, Iván lleva el número 26 escrito en la cara. Y esta noche ha venido dispuesto a celebrar el triunfo. "Le conozco desde hace tres años, solía salir con mi cuñada. Es un chico que apostó desde muy joven y le ha salido perfecto". Dani no tiene miedo. Padecen más los que le rodean. "No dejo de sufrir", dice Antonio, el padre de Pedrosa. ¿Qué le diferencia del resto? Su confianza en sí mismo, la férrea disciplina y las pocas ganas de perder. "Aunque de apariencia fría, seria y distante, Dani es un chaval simpático y muy humano. Corre con la cabeza y controla sus riesgos. Se le achaca el tema del peso, pero el peso no hace a un piloto ni mejor ni peor", explica un miembro del equipo.

Con 19 años recién cumplidos, Pedrosa mide 158 centímetros y pesa 50 kilos, sin ropa. Pedrosa, que dejó los estudios para concentrarse en la moto, sigue sin novia, "al menos que yo sepa", confiesa el padre, "aunque tiene muchas amigas". A Pedrosa no le gusta la fama. Él sólo quiere ser reconocido por su trabajo dentro del circuito.

Hace exactamente un año, con 18 recién cumplidos, el joven de Castellar del Vallès se proclamó campeón del mundo del octavo de litro. Una caída en los entrenamientos del GP de Australia, sólo una semana después, le dejó los dos tobillos fracturados. Sin embargo, se convirtió en el protagonista de una recuperación meteórica. Pese al accidente, saltó de la categoría 125 a la de 250. Los más optimistas daban un año como mínimo para que Pedrosa se adaptara a una moto que pesa el doble que él.

Sus primeros entrenamientos en el circuito de Cheste (Valencia) acababan con Pedrosa metido en cubos de hielo para calmar la hinchazón de los tobillos. "Regreso con una 250", explicaba entonces. "Sé que corre más, que hay que frenar antes, que pesa más, que se va más lento en las curvas y que llegas más rápido al final de recta. Puede que me cueste más mover la moto, pero para eso me preparo". Pedrosa volvió el domingo a recorrer el trazado de Phillip Island, donde hace un año sufrió la terrible caída. Y el día anterior tuvo otro susto, en los entrenamientos. Pese al escenario, Pedrosa demostró su sangre fría. Y recurrió a su alto poder de concentración.

Mientras ayer volaba por el circuito, Carlos y Carles, de 10 y 11 años respectivamente, miraban la pantalla sentados en el suelo. Carlos quiere ser biólogo de mayor y Carles, piloto. "Me da un poco de miedo verlo pasar por la curva en la que se cayó", dice Carles. Y Carlos añade: "Es un piloto que da nivel al pueblo". Los dos chavales seguían inmersos en la carrera, mientras sus madres los controlaban desde la retaguardia.

Ni Pedrosa ni nadie imaginó lo que iba a suceder este octubre, el de 2004: lograr convertirse en el bicampeón mundial más precoz de todos los tiempos. En estos trepidantes años, de muchos éxitos y algún fracaso, sigue inquebrantable el tándem Pedrosa-Puig. Ayer, como hoy y como mañana, dos palabras, como si fueran gladiadores, les unen en cada carrera: "Fuerza y honor".

Más de mil personas se concentraron ayer en Castellar del Vallès, el pueblo de Dani Pedrosa.
Más de mil personas se concentraron ayer en Castellar del Vallès, el pueblo de Dani Pedrosa.JORDI ROVIRALTA

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Sobre la firma

Ana Pantaleoni
Redactora jefa de EL PAÍS en Barcelona y responsable de la edición en catalán del diario. Ha escrito sobre salud, gastronomía, moda y tecnología y trabajó durante una década en el suplemento tecnológico Ciberpaís. Licenciada en Humanidades, máster de EL PAÍS, PDD en la escuela de negocios Iese y profesora de periodismo en la Pompeu Fabra.

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