Desubicado
El caso Luján. La hipótesis del hígado que no pudiendo secretar más bilis decidió convertirse en foie. Es decir la hipótesis que maneja el periodista Enric Vila en un breve ensayo reciente, Néstor Luján, entre el rostre i la màscara, basado en la interpretación de dos dietarios aún inéditos, escritos por Luján en la década de 1940. Se tentó como poeta, de escritor social, no pudo y cayó. Aunque ciertamente no cayó en mal lecho. Le servían montrachet, poularde demi-deuil, cerdo simple y armagnac folle blanche. Era tan ameno y voluptuoso el lecho que con los años decidió que sólo escribiría allí. Murió aún relativamente joven y pudiéndose haber evitado la circunstancia. Lo que ha contribuido a extender sobre su vida una aire de general desaprovechamiento. Luján pudo.
En su biografía de Néstor Luján, Agustí Pons sostiene que no ahogó su talento en cinismo, que estuvo en su tiempo y fue cívico y hedonista
Ahora aparece el periodista Agustí Pons y dice que Luján fue. Ha escrito de él una biografía. Nèstor Luján, el periodisme liberal. Una biografía que cubre enteramente su vida. La tesis de que Luján no ahogó su talento en cinismo ni en otras maceraciones. Estuvo en su tiempo y a veces en los cruces más complicados y centrales de su tiempo. Fue un cívico y un hedonista. Se puede ser eso, sostiene el biógrafo. Presenta algunas pruebas. Una muy llamativa: Luján fue el autor intelectual de la huelga de tranvías de 1951 . El biógrafo sostiene que la huelga no habría podido realizarse sin la obstinada campaña de Luján, desde las páginas de Destino, en su sección Al doblar la esquina.
El primer artículo de esa sección, de febrero de 1946, era ya una denuncia de la actividad de la Compañía de Tranvías. En noviembre del mismo año, y en el artículo Dos notas municipales, después de un análisis documentado e implacable de los argumentos oficiales, Luján escribe: "Así pues, con decir que se viaja mal, con unas tarifas carísimas, que se reforman las líneas a placer, que las ganancias de la compañía son fabulosas, que hay quien hace horas de cola esperando su tranvía y que todo esto no lo arregla el grave peso de cinco concejales en el Consejo de Administración, nos hará pensar que, o no tienen autoridad -en cuyo caso de poco sirven- o que no tienen interés en defender la ciudad ante las imposiciones de una compañía particular, en cuyo caso sirven menos todavía".
Es un lugar común de buena parte de la historiografía catalana sobre el franquismo el haber despreciado la crítica municipal que practicaron algunas revistas, como Destino, o periódicos, como El Noticiero Universal. Grave error. Uno de tantos. Esa crítica tenía un valor en sí misma y en modo alguno podría considerarse un sucedáneo. Incluso con independencia de cuál fuera su incidencia real sobre las autoridades y en cuánto contribuyera a la corrección de las decisiones, esas páginas pueden ser leídas hoy como un inapreciable catálogo de la construcción de una ciudad y de los desmanes asociados. Este mismo artículo de Luján, por ejemplo. Año 1946. Las ratas como conejos en el mercado de la Boquería. El Palacio de Bellas Artes convertido en un campamento gitano. Las estatuas mutiladas del parque de Montjuïc. Los grandes plátanos cortados de la Ronda de San Pedro.
Luján fue considerablemente advertido, reñido y censurado a lo largo de toda su carrera periodística. Su biógrafo no considera que el periodismo y sus molestias fuesen el depósito (sin salida) de su frustración literaria. Hace ondear Pons un artículo, escrito el 26 de abril de 1958, cuando Luján fue nombrado director de Destino, de donde sólo saldría con los pies por delante. Es decir, con una condena de los tribunales franquistas. En el artículo hay una defensa explícita de la autonomía del periodismo y de su nítido lugar en la historia literaria. Y de la necesidad de acabar con el tópico del periodista como literato manqué. Una anciana polémica, a dios gracias bien acabada, aunque no niego que por el lado harto sorprendente del escritor de hoy, social y culturalmente reconocido como periodista manqué.
Luján tenía ideas y placeres. Era un escéptico filosófico pero un activista político y periodístico. Se pareció mucho a Julio Camba. El biógrafo Pons no duda en señalar a Camba como uno de los maestros principales de Luján. Parece que Luján decía que Camba era pura fibra, idea pura, y que eso era lo que él también quería ser. Es obvio que Josep Pla (y Joan Estelrich) fue otra de sus referencias esenciales. Que Pla llegó a confeccionarle la lista de libros que tenían que hacer de él un hombre. Pero con el tiempo, Luján, encarando a Pla y Camba, opinaría, y agudamente, que el primero aún era demasiado barroco. Es cierto: las declaradas intenciones estilísticas de Pla siempre fueron mucho más secas que su escritura. Por su parte, Camba era tan seco que ni intenciones estilísticas declaró.
Hay una posibilidad de error que este libro de Pons sobre Luján aborda. El hecho de ver a Luján como un desubicado. Y de darle a esta desubicación un dramático carácter interior. Habrá que ver si los problemas no vienen de fuera. De un sistema de positivado histórico incapaz de no reconocer a nadie que no forme parte de la tradición franquista, de la izquierda o del catalanismo resistencial. Nuestro borde pino de les tres branques.
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