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VISTO / OÍDO
Columna
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Gallardón, Aguirre

¡Cómo es el "núcleo duro" de ese partido! Ya han inventado la historieta necesaria para el espectáculo Gallardón-Aguirre en lugares tan honorables para ellos como el Palacio y el Desfile. Es ésta: "Alberto es mucho más conservador y más duro que Esperanza, que es una liberal en el fondo. Lo que pasa es que ella es más sincera y dice palabras fuertes y repentinas, y él es un hipocritón". La ventaja de este tiempo es que uno puede no creer en nada ni en lo contrario, y reflexionar -palabra demasiado ostentosa: rumiar- que lo que ocurre, sea quien sea cada uno, es que al PP se le ha roto la minuciosa unidad que montó Aznar, aconsejado por Fraga, como un solo bloque. Es el abolengo militar.

Franco obligó a los partidos que le seguían y elevaban a ser un solo bloque, incluso proclamó festivo el día de la Unidad Nacional: luego se le hicieron "familias" a medida que envejecía, y se le desmoronaron en la muerte. Aznar cree en la Unidad, en el Movimiento, aunque se llame Partido. Algo han heredado los socialistas, cuya tradición política -que los separó del comunismo- estaba precisamente en tener ideas y tendencias, en no solidificarse, sino sacar de cada idea algo para la Idea. El reflejo del franquismo unitario influyó mucho en Felipe González, y lo sostiene, como puede, Zapatero. Por eso cada vez que aquéllos lanzaban sus risas -de hiena- ante manifestaciones distintas o rectificaciones de ministros o dirigentes socialistas, a mí no me parecía nada mal que hiciesen así su camino, probando, empezando algo una y otra vez. El ejemplo en el que los hidalgüelos tontos se basan es en el de Las mocedades del Cid: "Procure siempre acertalla / el honrado y principal; / pero si la acierta mal /, defendella y no enmendalla".

Si hubiera un lema para esos españolazos del 11 de marzo en el poder, sería este cuarteto, que oiremos mantener a Aznar cuando salga al ruedo del Congreso y le quieran lidiar: no enmendalla. Esa España es la suya, no la mía. Ah, pero cuando oí ayer a Bono decir, mientras los otros se desafiaban, que no hay que permitir que hablen los antiespañoles, me asusté. ¡Tendré que ser otra vez antiespañol! No pude serlo porque Franco se diseñó a sí y a los suyos como la verdadera España. Luego, por Aznar, condenado hombre. Si ahora también me echa Bono, claro varón de Castilla; si Gallardón es más conservador, si Esperanza es como es, ¿qué voy a ser yo?

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