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Reportaje:

El final más horrible

La familia de la psicóloga asesinada está convencida de que fue víctima de un secuestro al azar

Un mismo cartel con la foto de una mujer se había hecho omnipresente en las fachadas, paradas de autobús y tiendas de Barcelona desde finales de septiembre. Incluía dos números de teléfono de contacto y, junto a la cara de Anna Permanyer, se aseguraba que estaba desaparecida desde el día 27. Unos operarios que trabajaban cerca de una cantera de Sitges, localidad costera situada a unos 30 kilómetros al sur de Barcelona, alertaron el pasado jueves a la policía del mal olor que desprendía una bolsa. Dentro estaba el cuerpo de Permanyer en adelantado estado de descomposición. El cadáver presentaba fuertes golpes en la cabeza.

Las dudas sobre la motivación o autoría del crimen persisten. El secreto sumarial es escrupuloso, a diferencia de lo ocurrido en el reciente asesinato de las dos policías en prácticas en L'Hospitalet de Llobregat. Durante estos días la familia ha tenido que desmentir varias de las hipótesis que el silencio policial y la urgencia periodística habían alentado.

La policía supone que se produjo un secuestro 'express', retener a la víctima durante horas
El marido sostenía que Anna estaba retenida en contra de su voluntad

Las certezas se acaban en la desaparición. Anna Permanyer, psicóloga de 53 años, acudió al edificio Atalaya, a 200 metros de su domicilio, en el acomodado barrio de Sarrià. En la séptima planta la esperaba, a las 18.00, la inquilina de un piso propiedad de la familia, a la que iba a enseñar una plaza de aparcamiento en el mismo edificio. El portero de la finca, con quien intercam-bió un par de frases, fue el último que la vio con vida. Una hija de Permanyer, con la que se había citado en un centro comercial cercano una hora después para ir de compras, fue la primera en dar la voz de alarma.

La familia negó con tozudez desde el principio que hubiera huido. "Es una persona muy familiar y nunca ha tenido ningún problema mental", argumentaba su marido, José Manuel García, que defendía que Anna estaba "retenida en contra de su voluntad". Tras el hallazgo del cadáver, la familia y su entorno ya sugieren sin eufemismos la posibilidad del secuestro como la más plausible. La policía había descartado las hipótesis de la huida, la agresión sexual o el trastorno mental. También la del robo con violencia, porque, en contra de lo que se dijo al principio, Anna Permanyer no había acudido a cobrar el alquiler. "Tenía el dinero del bolso, nada más", aclara su marido. Carlos Rey, abogado y portavoz de la familia, negó también que Permanyer hubiera sido secuestrada por error, confundida con una rica empresaria.

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García es psicólogo, al igual que su mujer, aunque ella apenas ejercía. La familia, además de su vivienda en Sarrià y un apartamento en Sitges, es propietaria de otros dos apartamentos, que tenía alquilados, y la fábrica de motos Montesa. "Somos una familia acomodada, pero no de clase alta", esgrimía el marido durante los primeros días.

La policía trabaja ahora en la línea del secuestro express, una modalidad extendida en México y Suramérica, y que consiste en retener a la víctima durante unas horas o pocos días, lo suficiente para que la familia pueda reunir una suma de dinero no demasiado alta. Rey secunda la teoría y muestra su convencimiento de que Permanyer "fue elegida al azar". La llamada, que en estos casos suele producirse en las primeras 24 horas, no llegó nunca. El avanzado estado de descomposición en que se encontró el cadáver hace pensar que algo se torció desde el principio.

De ser así, el caso guardaría un gran paralelismo con la muerte de Anabel Segura, secuestrada al azar mientras hacía footing en una zona residencial de Madrid. Los delincuentes la mataron a las pocas horas, cuando se dieron cuenta de que carecían de infraestructura para mantenerla cautiva. Cuando contactaron con la familia solicitando el rescate ya hacía tiempo que Anabel estaba muerta. La familia de Permanyer recibió varias llamadas que solicitaban el pago de un suma de dinero por la liberación. Todas resultaron falsas. El marido llegó incluso a alquilar un helicóptero para sobrevolar una zona boscosa donde se había asegurado que había sido vista. En vano.

La autopsia se practicó el sábado, aunque los resultados aún no se han comunicado a la familia. Lo único que ha trascendido es que la muerte se produjo por traumatismo craneoencefálico. Los golpes y las marcas abonan la teoría de que presentara resistencia a sus captores. El tamaño de la gran torre donde desapareció no ayuda a las pesquisas policiales: allí viven unas 600 personas y alberga además una gran actividad comercial.

Un millar de convecinos acudieron a la concentración del sábado frente al domicilio familiar. Se había convocado días atrás como protesta por la desaparición de Permanyer, pero el hallazgo del cuerpo obligó a cambiarle el perfil. El silencio sólo lo rompieron los aplausos que acompañaron la aparición de los familiares -José Manuel y los cuatro hijos, de entre 25 y 14 años-.

También llegaron familiares de desaparecidos, agrupados en la asociación Inter-SOS, que pugnaban por colocar las fotos de sus ausentes ante el objetivo de las cámaras de televisión. Manuel Jaime, presidente de la asociación, explicaba que un desenlace tras escasos 10 días, como en el caso de Permanyer, asegura un derrumbe sin matices. "En cambio, a medida que pasan los años, la sensación cuando encuentras muerto a un ser querido es de sosiego". "Lo nuestro es peor: no lo tenemos ni vivo ni muerto", aseguraba la madre de Fernando Vallecillos, desaparecido desde hace dos años. ¿Cambiaría la esperanza remota por la tragedia cierta? "Psé", se encoge de hombros. "La familia de Anna, al menos, ya tiene un lugar donde dejarle flores", sostiene Manuel Jaime.

José Manuel García, en la concentración en protesta por el asesinato de su esposa, Anna Permanyer.
José Manuel García, en la concentración en protesta por el asesinato de su esposa, Anna Permanyer.VICENS GIMÉNEZ

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