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Columna
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10 d'Octubre

O sea, hoy. Tiempo de digerir la mocadorà , y de aventar los grandilocuentes ditirambos recién derramados entre los tapices de palacio. Glosas y loores son intrínsecas a esta modalidad triunfante de valencianismo de casal fallero y bunyol , igual que hubo, y (¡ay!) hay, un españolismo de cerrado y sacristía.

Con la sola novedad de la refriega interna del PP, de tan baja estofa, la conmemoración ha vuelto a sacar de paseo los mitos disecados. Y los discursos han oreado todo el ejemplario nacional, el completo catálogo de virtudes sacramentales repetidas en modo de jaculatoria. Volutas barrocas de espíritu inflamado, pero escaso reconocimiento de la cruda realidad y, lo que es peor, aún menos compromiso de futuro. Patriotismo fugaz, como fuego de paja. Bufes de pato.I de forment, ni un gra.

En qué puede consistir ésta nuestra insoportable liviandad de ser valencianos permanece en el reino de los más insondables misterios. Por ejemplo: por qué juramos adorar a los poetas cuyas casas derribamos. O para qué seguimos dirimiendo, como si la vida nos fuera en ello, qué Academia debe legislar sobre los acentos. El alcalde de Alicante anuncia el 9 d'Octubre sólo en castellano. Y la Diputación de Valencia, generosa con los analfabetos , premia una obra plagada de faltas de ortografía mientras lingüistas de la Generalitat cobran menos que algunos auxiliares administrativos.

En la película El milagro de Candeal aparece una "calle 9 de Octubre", fecha en que las mujeres de aquella favela redimida por Carlitos Marrón reivindicaron contra las piquetas una casa digna. La "9 d'Octubre" en Valencia es una vía periférica pegada a los muros de la vieja prisión.

¿Muelles y blandos? Qué va. Debemos tener al menos la piel muy curtida si hemos soportado que presidieran las más altas instituciones personajes de auténtica pesadilla. Aquí el milagro consiste en que todavía reste un ápice de cordura en nuestra conciencia de valencianos y valencianas tras la zapa devastadora de esta radiotelevisión pública mangoneada por arribistas, negociantes, comisarios, ineptos y mentecatos. Feliz día de después.

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