_
_
_
_
Reportaje:TEATRO

El original y la copia

Javier Vallejo

El teatro musical es tan antiguo como el teatro. Muchos de los grandes teatros nacionales, desde la ópera china al kabuki, pasando por la tragedia griega y el Siglo de Oro español son, en buena medida, teatro musical, del que nos ha llegado la letra y se han perdido frecuentemente la coreografía y la partitura. Los autores del Siglo de Oro escriben bailes (un género dramático) y otras obritas breves de carácter musical, sus comedias se cierran con mojigangas, que eran como el fin de fiesta por alegrías del ballet flamenco, y Calderón, Juan Hidalgo y compañía componen obras de corte mitológico en las que la palabra cantada alterna con la hablada. Hay una parte ingente de este patrimonio por recuperar. La historia del teatro musical en España, desde 1657, cuando Calderón escribe la zarzuela El golfo de las sirenas, hasta hoy, está llena de episodios apasionantes, de discusiones sobre el fondo y la forma, de momentos de gloria verdadera y de decadencia cierta. Hace siete temporadas, cuando se estrenaron en Madrid con gran éxito El hombre de La Mancha y Chicago, el género comenzó a atravesar, aparentemente, un ciclo de expansión. Todo es relativo. El récord de permanencia lo tiene La bella y la bestia, que estuvo en cartel cerca de dos temporadas. Cinco minutos nada menos, revista de Jacinto Guerrero, alcanzó las 1.890 representaciones consecutivas a finales de los años cuarenta. Doña Francisquita, en el montaje de Tamayo que reinauguró el Teatro de la Zarzuela, en 1956, se repuso durante diez temporadas. En el Madrid minúsculo de finales del XIX, La Gran Vía estuvo en cartel ininterrumpidamente durante cuatro años. El mismo público volvía y volvía. En Italia esta revista se representó tanto y se hizo tan popular que las orquestinas napolitanas callejeras incorporaron a su repertorio la jota de los tres Ratas y el vals del Caballero de Gracia. La Grande Voie, versión en francés, arrasó en el Olympia de París. De allí, saltó a toda Europa, a Rusia, a Japón, a Estados Unidos...

La historia del teatro musical en España está llena de episodios apasionantes

¡En Bolivia se representó en quechua!

La diferencia entre el ciclo de expansión que parece estar atravesando el género musical y ciclos anteriores es que éste se sustenta, sobre todo, en la importación de títulos anglosajones. En la segunda mitad del siglo XIX, cuando la francesa era lengua dominante en Europa, Madrid estrenó sistemáticamente las operetas de Offenbach (él mismo dirigió en la Zarzuela Les brigantes) y las de Lecocq. Francisco Arderius creó Los Bufos Madrileños, compañía a imitación de la del Théâtre des Bouffes Parisiens, y muchos intuyeron en todo esto un peligro cierto para la música popular española. Lo habría sido si la opereta hubiera contado con los mecanismos de promoción actuales. Lo que sucede ahora en el musical no es ajeno a lo que sucede en el cine, en la música, en la industria alimentaria, donde las multinacionales y sus redes de comercialización han cambiado los gustos para imponer productos de genuino sabor americano.

Se ha escrito que el cine ocu

pó la plaza del género chico y que la televisión dio la puntilla a la zarzuela y a la revista. Es cierto. Amortizar el teatro musical, más caro que el de verso (antes se llamaba así a todo el que no era cantado), requiere plazos mayores y públicos más amplios. En 1951, en Madrid se estrenan, en términos absolutos, más de veinte revistas, comedias musicales, zarzuelas y sainetes líricos de autores nacionales (un par de títulos parodian los de películas archiconocidas: El tercer hombro, con música de Jacinto Guerrero, y Lo que Alberto se llevó, pero también figuran obras de Sorozábal y de Moreno Torroba, y La Lola se va a los puertos, con libro de los Machado). Diez años después, con la tele en muchos hogares, la SGAE tiene registrados sólo tres estrenos.

Esta caída se solapa con la importación de comedias musicales. En 1955, Tamayo pone en escena South Pacific, de Rogers y Hammerstein, en versión de José López Rubio. Tres años después, el Teatro de la Comedia ofrece Buenas noches, Bettina, primera de una serie de piezas de Garinei y Giovannini que culminará en 1977 con El diluvio que viene, en el Teatro Monumental. El hombre de La Mancha, cuyo estreno en 1997 se vendió como "absoluto", ya se había montado en los sesenta en la Zarzuela, con Nati Mistral, Luis Sagi-Vela y José Franco. En fin, que la pólvora se descubrió hace mucho y la historia del musical de Broadway en España es larga. Urgando aquí y allá aparecen títulos como setas. En los sesenta: Kiss me, Kate, de Cole Porter, puesta en escena, entre zarzuela y zarzuela, por Tamayo; Sonrisas y lágrimas, con Alfredo Mayo y Josefina de la Torre; The Boy Friend, de Sandy Wilson, dirigida por Luis Escobar, con Conchita Velasco y Margot Cottens... El propio Escobar le hizo una media verónica a la censura, que prohibió se repusiese La corte de faraón, subiendo a escena una versión camuflada: La bella de Texas. En los setenta se estrenaron ¡Aplausos!, Jesucristo Superstar, Hair, Godspell, Yo quiero a mi mujer, The Rocky Horror Show... En Barcelona, la historia sigue un desarrollo paralelo (nunca mejor dicho), aunque la resistencia a que penetre la comedia americana es mayor. La efigie de esta resistencia es Dagoll Dagom, que desde Antaviana cultiva una línea ecléctica cuyos antecedentes son El retaule del flautista (1971), de Berga y Teixidor, y Granja animal (1976), ópera rock de Joan Vives inspirada en Rebelión en la granja.

La convivencia entre el musical autóctono y el de importación no ha sido fácil, ni lo será si no se amplía su público objetivo. Algún productor ha estimado que en Madrid, en temporada alta, no pueden sobrevivir simultáneamente más de cinco o seis producciones en cartel. En la actualidad se representan Cabaret, Cantando bajo la lluvia, Cats, El otro lado de la cama y, hasta mañana, La del manojo de rosas, en la Zarzuela (después del Festival de Otoño entra en cartel El asombro de Damasco). El 11 de noviembre, en el Lope de Vega, se estrena Mamma Mía!, con Nina, Marta Valverde y Paula Sebastián encabezando un reparto que interpreta éxitos del grupo sueco Abba. El montaje original se estrenó en Londres. Y en primavera está previsto que suba a escena Hoy no me puedo levantar, de Nacho Cano.

En Barcelona, se están representando Los Tarantos, con música de Juan Gómez, Chicuelo, y Fama. El Teatre Apolo celebra su temporada lírica, y el Teatre Nacional de Catalunya estrena el 21 de octubre una puesta en escena nueva de Mar i Cel, gran éxito de Dagoll Dagom en 1988. La música es de Albert Guinovart y el texto, basado en Guimerà, de Xavier Bru de Sala.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_