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Barenboim busca un proyecto de educación musical para España

El artista interpreta hoy en Madrid 'El clave bien temperado', de Bach

Jesús Ruiz Mantilla

Ni dirigir un teatro ni modernizar una orquesta. Nada de eso. Daniel Barenboim busca algo mucho más ambicioso para desarrollar en España, país que adora y donde ayer presentó su nueva grabación del primer libro de El clave bien temperado, de Bach, que interpretará hoy en el Auditorio Nacional de Madrid. "Como el público español me ha demostrado tanta confianza todos estos años, yo quiero responder o al menos influir en lo que puede ser un proyecto de educación musical que sea más activo y más fuerte", aseguró.

Lo ha propuesto ya y espera una respuesta del Gobierno de Zapatero. Es la fuerte vinculación que desea tener a partir de ahora con España, un país que le ha dado la nacionalidad y donde pasa largas temporadas desde hace 20 años. Daniel Barenboim le ha cogido más gusto al compromiso. Siempre ha sido claro en sus posiciones políticas, arriesgadas, progresistas, nítidas, acompañadas de acción, últimamente muy centrada en la educación y los proyectos con jóvenes músicos como los desarrollados por la Fundación Said-Barenboim que busca, mediante el entendimiento en la música con orquestas formadas por israelíes y palestinos, encontrar un día la paz en esa tierra.

"Hace tres meses abrimos un jardín de infancia en Ramala para que niños palestinos estudiaran música", afirma el músico judío. "Hay que poner un acento especial sobre la música y es necesario desarrollar esta educación incompleta. Cuando se cambie y se mejore esto, cambiarán también radicalmente las actitudes", afirma.

Mientras prepara músicos para el futuro, él ansía refugiarse cada vez más en el piano, un instrumento con el que ha hecho historia, pero del que se había desvinculado en exceso por su trabajo como director de orquesta en Chicago y en la Ópera Estatal de Berlín: "Sentarme al piano es un placer incluso físico porque recupero el contacto directo con el sonido", afirma.

Y es ésa la sensación que más ha echado de menos con la batuta en la mano: "Muchos creen que el director de orquesta tiene un poder absoluto. Pero eso está mal entendido, no dispones de ninguno porque dependes completamente de la actitud y la aptitud de los músicos. Además, el trabajo del director de una orquesta siempre va unido a horas de actividad administrativa que no se pueden comparar con las que he pasado estudiando El clave bien temperado".

Una obra ambiciosísima, laberíntica, peligrosa, endiablada para interpretar en público, genial, en la que Barenboim ha descubierto vínculos directos con la modernidad: "Lo importante de Bach es que recoge todo lo fundamental que se había hecho hasta su época y después señala las líneas del futuro. En El clave se pueden encontrar similitudes con Tristán e Isolda, de Wagner, en la última fuga del primer cuaderno". Ahí, de repente, doblando una de las esquinas maravillosas de ese auténtico tratado musical, se topa uno con lo que Barenboim define como "la ambigüedad permanente". Nada más y nada menos, que la revolución musical. "Las tensiones que no se resuelven porque hay multitud de caminos para hacerlo. Es como esas preguntas que te llevan a hacerte más preguntas pero para las que no encuentras respuesta", dice el músico.

Hoy ofrecerá su recital en el Auditorio Nacional de Madrid ante un público que le trata como un intocable y al que Barenboim respeta por su actitud de silencios reverenciales. "Madrid tiene un público entusiasta, no por lo que aplauden si no por cómo se callan", dice. Hoy ofrecerá un concierto que tiene vocación de acontecimiento por ese regreso decidido a la esencia de Bach. "Hace 20 años que no lo interpreto en público, pero lo he hecho constantemente en mi casa", asegura. Es crucial enfrentarse al alemán para llegar alto en el piano. "Desarrollas una independencia en los dedos enorme, es como un lavado de dientes digital", afirma.

Pero Barenboim se acerca a su música alejado de algunas de esas posiciones fundamentalistas que le reivindican: "Tocar a Bach en el piano limitándose a imitar las interpretaciones en un clave es innecesario". Está convencido de que Bach era un adivino de los sonidos del futuro. "Él y algunos más escuchaban los instrumentos que vendrían después, imaginaban cómo sonarían. Por eso transcribía partituras de conciertos para otros instrumentos para los que no habían sido escritos en origen. Lo que hay que tratar de encontrar en el piano cuando interpretas a Bach es el sonido del clave y también el del órgano, el viento e incluso el de los coros de sus Cantatas".

Daniel Barenboim ayer en Madrid.
Daniel Barenboim ayer en Madrid.RICARDO GUTIÉRREZ

El regreso al piano

Nunca se fue del todo. Pero sí lo había desatendido. Hace cuatro años, Daniel Barenboim decidió volver al instrumento que le había catapultado a la gloria después de haberse consagrado también como uno de los grandes directores de orquesta de la historia. "Cuando cogí la dirección artística y musical de la Ópera de Berlín, unido a que era titular de la Sinfónica de Chicago y tenía que actuar cada verano en Byreuth -en el festival dedicado a Wagner-, vi mi tiempo muy limitado", asegura el músico. Pero ya va aligerando la carga para dedicarse más íntimamente al piano. "La dirección artística de Berlín la dejé hace dos años, conservo la musical, y de Chicago me voy en 2006. No es sano dirigir y tocar al tiempo. Además, en 10 años, mis músculos están más cansados y los tengo menos flexibles a los 62 que a los 40".

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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