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EL POETA DEL RUIDO

Aullando a la luna

Diego A. Manrique

CUANDO LLEGA el momento de grabar un disco, Tom Waits es de los que se lanzan a la piscina sin comprobar si hay agua. Para Real gone, se encerró en el baño de su casa y se grabó a sí mismo esbozando melodías y desarrollando ritmos al estilo human beat box de los raperos. Sobre esos esqueletos, él y su esposa construyeron abundantes canciones. Convocó a sus fieles instrumentistas: Marc Ribot (guitarra), Larry Taylor (bajo) y Brain Manita (percusión). Una vez juntos, el susto: nadie sabía por dónde empezar. Tom: "Grabar es como salir a atrapar pájaros o fotografiar fantasmas, una empresa más que incierta". Mark Howard, ingeniero de grabación, salvó el bloqueo: entendió que Tom buscaba un sonido crudo y espontáneo; sugirió que todos tocaran sobre las grabaciones caseras, hechas a capella. Y resultó. Al menos, resultó en las quince canciones que constituyen Real gone; otras muchas no despegaron, aunque se sumaran músicos como el bajista Les Claypool, el guitarrista Henry Cody y el propio hijo de Waits, Casey, que usó los giradiscos de modo percusivo. El "cubismo sonoro" del último Tom Waits muestra aquí todo su magnetismo, con todos los implicados arrastrados por el impulso colectivo. Y por la fuerza de las historias, con devastadoras crónicas de desdichados y ecos de tiempos terribles ("cuando el río está bajo / encuentran viejos huesos / y cuando aran siempre / salen a la superficie cadenas"). Más una certera canción antibelicista, The day after tomorrow, escrita cuando Tom se enteró de que el Gobierno de Bush está reactivando la burocracia para el caso de que decida restaurar el servicio militar obligatorio: "Es lo último que quieres oír cuando tienes hijos de cierta edad".

La alergia de Waits al directo ha ido creciendo según ha aumentado su familia. Pasan años sin que pise un escenario, años donde sólo rompe su silencio por motivos muy específicos: en 1997, hizo un concierto en Oakland a beneficio de Don Hyde, un amigo procesado por vender LSD; al año siguiente, apareció en un acto celebrado en Los Ángeles en contra de la pena de muerte. Para compensar, algunos admiradores han desarrollado eventos en su honor. En el Estado de Nueva York, se celebra el festival anual Waistock. En Palma de Mallorca, Waiting for Waits ofrece conciertos donde los participantes deben tocar al menos un tema de Tom. Esos gestos de devoción no conmueven al homenajeado, que se niega a atender la demanda de actuaciones. La próxima gira europea se limita a Amberes (13 de noviembre), Berlín (15, 16 y 17), Amsterdam (19, 20 y 21) y Londres (23). Quedan pocas entradas y los precios oscilan entre 240 y 300 euros. D. A. M.

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