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Reportaje:EL POETA DEL RUIDO

Confort en el infierno

Existe un reducido grupo de músicos (Lou Reed, Nick Cave, Morrisey...) que ha logrado trascender el ámbito de lo mediático para formar parte de la alta cultura. Estos elegidos participan de una misma manera de entender el lenguaje de la música: desde el lenguaje de la literatura. El caso de Tom Waits, en este sentido, es ejemplar. Pocos como él han sabido franquear la línea imprecisa entre lo popular y lo elitista, porque su vocación de poeta comparte con la de músico las mismas cotas de relevancia. No deja de ser curioso, no obstante, que haya sido absorbido por las altas esferas cuando su pluma es una de las más incómodas de cuantas pueblan el panorama musical contemporáneo, por su hiriente palabra. Pero este fenómeno, en la literatura, ya no es novedad.

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Aullando a la luna

Rara es la canción de Tom Waits que no rebase los límites permisibles de melancolía y frustración. Es una consecuencia lógica de su obstinación en la materia negra de la noche y todos los seres que la pueblan (y que constituyen una constelación sin desperdicio mucho más interesante, a ojos de Waits, que la que indefectiblemente se muestra en el cielo). Toda su escritura se distribuye en torno a lo oscuro o a lo más oscuro, y desemboca en este gusto (único en la música actual) por registrar los discursos silenciados del mundo (prostitutas, asesinos y sus víctimas, alcohólicos

...): "Hay un mundo que sucede / bajo tierra. / Están vivos, están despiertos / mientras el resto del mundo duerme" ('Underground', de Swordfishtrombones, 1983). Es la voz de un narrador de lo grotesco, cerca del circo y de sus monstruos. Se trata de una particular bajada a los infiernos, pero, a diferencia de Dante, cuando Waits observa a los violentos, los lujuriosos y los traidores que habitan allí, se siente cómodo. Es un romántico, para qué engañarnos, como casi todos los escritores beat a los que recuerda y rinde homenaje (Kerouac y Bourroughs), porque ha estado en el precipicio y sólo eso le confiere la autoridad suficiente para hablar de él.

De todos los personajes que

pueblan asiduamente los textos del norteamericano el más interesante es el vagabundo. Y, tomado este concepto en su sentido etimológico, cualquiera de sus formas, como el viajero. El viaje, metáfora de la vida, lo enlaza con todos los grandes poetas universales. Sin embargo, se halla implícito en este modo de vivir el miedo a encontrar un destino y que la vida misma se paralice. La manera más elemental de interrupción es la tranquilidad burguesa. En las canciones que hablan de ella es donde se hace patente el profundo sarcasmo que disparan los ojos de este cronista, tal vez debido a su propio temor.

Pero desde Bone machine (1992) se puede vislumbrar un giro hacia el interior del propio narrador. "No te quiere el infierno y está repleto el cielo", dice en Earth died screaming. Durante el resto de ese disco el lector asiste a una apocalíptica danza de la muerte. Toma conciencia entonces de la sobredosis de destrucción que sufren él y el mundo conjuntamente: desde lo íntimo (el paso del tiempo y la muerte) hasta lo social (el poder que aniquila al desfavorecido: "Sin justicia, sin libertad / sin razón, sin culpa", clama en In the Colosseum). Este ejercicio de introspección al que se somete se acentuará en todos los trabajos siguientes, alentado, quizá, por Kathleen Brennan, su mujer y coautora de muchas de las canciones más recientes. Tom Waits ha volcado todas sus ansias pasadas de contar historias ajenas para relatar ahora la materia propia, hasta culminar en la irracionalidad onírica de Alice (2002), a través de un interesante ejercicio de reactualización de la Alicia de Lewis Carroll.

Profundamente americano hasta en su disidencia, Tom Waits recoge en su último trabajo, Real gone (2004), su desajuste con el mundo actual. En 'The day after tomorrow' busca una respuesta a la guerra: "No lucho por la justicia, / no lucho por la libertad. / Lucho por mi vida / y otro día en el mundo". Y no arroja al olvido lo trágico de la existencia ("Al filo de una navaja / la vida es dulce" -'How's it gonna end'-), porque, como dijo en otra ocasión, "el circo nunca se acaba". A diferencia de los cantautores, que empalagan con su empeño de parecer ingeniosos en la palabra y virtuosos con la garganta, Waits se muestra todavía implacable en estas dos facetas. Rotundo y desconcertante, sigue siendo un hombre que mide tanto la palabra como la música. Un hombre que dice aquello que no se quiere oír. Y para eso sólo hay un nombre. Poeta.

Antonio Portela (Huelva, 1978), ganador del Premio Andalucía Joven 2002, es autor del libro ¿Estás seguro de que no nos siguen? (DVD Ediciones, 2003).

Escena de 'Woyzeck', de George Büchner, con montaje de Bob Wilson para la versión musical de Tom Waits, en el Festival de Otoño de Madrid de 2001.
Escena de 'Woyzeck', de George Büchner, con montaje de Bob Wilson para la versión musical de Tom Waits, en el Festival de Otoño de Madrid de 2001.

DISCOGRAFÍA

Blue Valentine. 1978. Elektra.

Swordfishtrombones. 1983.

Universal.

Rain dogs. 1985. Island/Universal.

Frank's wild years. 1987.

Island/Universal

Big Time. 1988. Island/Universal.

Beautiful

maladies (1983-1993). DRO East West.

Used songs (1973-1980). DRO East West.

The black rider.

1993. Universal.

Blood Money. 2002. Epitaph/PIAS.

Alice. 2002.

Epitaph/PIAS.

Real gone. 2004. Epitaph/PIAS.

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