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Fraga decide reposar y pospone la crisis hasta después del congreso

El PP avisa desde Madrid a los rebeldes de Ourense: "Quien se va, es para siempre"

El presidente de la Xunta, Manuel Fraga, sufrió ayer una nueva indisposición que le obligó a tomarse dos días de reposo. Antes de retirarse a su residencia, donde descansará hasta mañana, Fraga anunció avances en la negociación con el líder del PP de Ourense, José Luis Baltar, y pospuso hasta después del congreso nacional del PP, que comienza el viernes, las conversaciones con éste para atajar sus amenazas de abandonar el partido. Desde Madrid se ha lanzado un aviso a los rebeldes de Ourense: "Quien se va, es para siempre".

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La reunión que Fraga y Baltar mantuvieron en la noche del lunes, con la inesperada incorporación de Xosé Cuiña, el antiguo delfín del presidente, sirvió para "avanzar mucho en la clarificación" de la crisis. Esas fueron las escasas palabras de Fraga tras asistir a un acto oficial en Negreira (A Coruña), donde dijo a modo de despedida: "Me voy a la cama". El presidente de la Xunta había sufrido una recaída de la gastroenteritis que se le había manifestado el día anterior. La insistencia de los médicos y de sus colaboradores logró convencerle de que se tomase un descanso de 48 horas.

Tras su aparición por sorpresa en medio de la crisis, Cuiña volvió a sumergirse ayer en el silencio. El antiguo secretario regional del PP y consejero de Obras Públicas de la Xunta, cargo que abandonó en enero de 2003 tras largos años de malas relaciones con la dirección nacional del partido, se había declarado al margen de la crisis, pese a su cercanía política y personal a Baltar. Su presencia ante Fraga junto al líder del grupo rebelde sirvió para que éste declarase "aplazada" su amenaza de ruptura y para abrir una nueva vía de negociación, en la que Cuiña se presentó "como amigo de ambos", según fuentes próximas al ex secretario del PP gallego. Baltar aseguró que había acudido "invitado por el propio Fraga" y que "ni favoreció ni entorpeció las conversaciones". "Yo traté de mis asuntos y él de los suyos", aseguró Baltar, quien dijo que lo único que pide es "democracia en el partido". Portavoces del Gobierno gallego reconocen que la negociación versará sobre el reparto de cargos orgánicos, las listas electorales y, la cuestión más espinosa de todas, algún tipo de reparación política para Cuiña. Baltar dijo anoche que tiene intención de asistir al congreso.

La irrupción en la crisis del antiguo delfín de Fraga causó un notorio desagrado en el sector del partido afín a la dirección nacional. Un consejero de Fraga, el titular de Pesca, Enrique López Veiga, que nunca ha ocultado sus diferencias con Cuiña, declaró a la SER que, ante la actitud de los rebeldes, el PP debe "demostrar que es un partido con disciplina". En otras manifestaciones a Efe, el consejero aludió claramente a Cuiña al interpretar la crisis como el intento de "imponer a una persona". En Ourense, el vicepresidente de la Diputación, Rogelio Martínez, del sector contrario a Baltar y fiel a la dirección del partido, interpretó que la aparición de Cuiña "no hace más que dificultar el problema".

Inacción en la sede central

La dirección nacional del PP ha decidido hacer de la inacción su estrategia. Se apoya en tres elementos entre los que destaca uno: "Todo el mundo en el PP sabe que quien se va es para siempre, y eso no es negociable". Ese "para siempre", según fuentes cercanas a la dirección, es tan rotundo que no se aceptaría, por ejemplo, el "préstamo" de los votos de unos diputados para concluir la legislatura si los rebeldes consuman la ruptura para formar otro partido. Y significa que el PP preferiría asumir el coste de estar en la oposición a gobernar en coalición con quienes "han traicionado" al partido. El segundo elemento es que "nadie ha anunciado públicamente ninguna ruptura". Aún más, en Madrid destacan que esa posibilidad "incluso se ha negado en declaraciones públicas". Por tanto, "habrá que esperar a ver qué es lo que hacen quiénes, a través de ignotos entornos, han lanzado esas amenazas". Y el tercer elemento clave para "no hacer nada" es que "el PP de Galicia es una organización muy fuerte", en la que "nadie entendería" que "se ponga en riesgo ni la gobernabilidad ni la autoridad de su presidente, Manuel Fraga".

El presidente de la Xunta, Manuel Fraga, en Negreira (A Coruña).
El presidente de la Xunta, Manuel Fraga, en Negreira (A Coruña).EF E

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