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Crítica:'LOS 80' | Tele 5
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Retroactivo

Hay que recordar que la televisión no respeta nada para acercarse a Los 80, la serie de Tele 5 que recrea la década que empezó la noche del 23-F. Es lógico que alguien se sienta ofendido por la frivolidad con la que estos años son tratados por la ficción, como se indignan algunos de los que vivieron la España que retrata Cuéntame cómo pasó. El problema de vivir algo es que, cuando lo ves retratado con efectos retroactivos, no lo reconoces. En el caso de Los 80, la nostalgia se queda en un ejercicio bienintencionado, aunque superficial, que da brochazos frívolos a situaciones dramáticas.

El personaje almodovariano que ejerce de camarero en el bar del Congreso sería un buen ejemplo de una irresponsabilidad sólo justificada por las delirantes leyes de la ficción. El 23-F, el chico ve cómo los guardias civiles golpistas se emborrachan y le permiten huir por una ventana, recuperando así su identidad de pueblerino gay con ansias de libertad.

La movida es el motor inicial de un argumento que se va alejando de esta excusa para centrarse en la atracción de dos mundos opuestos. Por un lado, el abogado laboralista interpretado por un convincente José Coronado. Por otro, la rica heredera en apuros, casada con un facha golpista (a la que da vida una contenida Aitana Sánchez Gijón). El encuentro entre el curtido progre y la princesa asustada quitará protagonismo a la guarnición histórica, y Los 80 se quedará en lo que es: un insípido cuento de amor entre dos generaciones y una oportunidad para ver a unos buenos actores ganándose la vida dignamente.

La irreverencia, pues, radica en el atrevimiento que supone poner las sucias manos de la televisión sobre cuestiones tan sagradas como los días más violentos de la transición. Los más sensibles deberán asumir esta desmitificación torpe con la misma resignación con la que otros han tolerado los escandalosos abusos de mitificación perpetrados en nombre de la transición. Quien desee verosimilitud, que la busque en La noche del Watusi, de Francisco Casavella, o en Madrid ha muerto, de Luis Antonio de Villena.

"¿Dónde estabas el 23-F?" ya es una pregunta publicitaria. La noche que da inicio a esta historia de paralelismos entre hijos del franquismo e hijos del rock and roll no fue muy divertida. Sé de un diputado comunista que estaba en el Congreso y que no tuvo la oportunidad de emborracharse como los guardias civiles de la serie. Cuando Tejero disparó, el diputado se arrodilló en su escaño y empezó a comerse las hojas de su agenda para que, en caso de represión, no torturasen a nadie por su culpa. Si el país aguantó aquella noche, podrá soportar la superficialidad de Los 80. Al fin y al cabo, que exista la serie y la posibilidad de criticarla significa que no todo salió mal.

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