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La puerta del arte

La compañía de danza Flick-Flock une en sus espectáculos a bailarines con y sin discapacidad

María Eugenia Martín hizo sus primeras piruetas a los tres años. A los seis, ya bailaba con soltura en la gaditana escuela de danza Flick-Flock. Puede considerarse por derecho una de las fundadoras porque esos primeros pasos fueron también los de la escuela. María Eugenia es rubia y risueña, posee una gran flexibilidad, que le permite formar sin problemas un ángulo de 180º con sus piernas, y tiene síndrome de Down. Ahora tiene 17 años y ha crecido con el bagaje de asumir varios papeles protagonistas en la compañía de baile impulsada desde el Flick-Flock, compartiendo coreografías con personas con y sin discapacidad, con la seguridad de ser una gran artista en un escenario donde las diferencias se borran.

La escuela nació por el impulso de unos padres que animaron a una joven profesora, Susana Alcón, a buscar un local y abrir una academia de baile. Ella había enseñado a sus hijos sus primeros pasos en las actividades extraescolares de sus colegios y querían que continuara trabajando con ellos de manera más intensa, que esas lecciones no se perdieran acabadas las clases. Susana encontró un pequeño local en la capital gaditana y, en dos años, montó su propia compañía de baile.

Desde ese momento hasta ahora, la escuela ha crecido con un local más grande, con más de 40 bailarines, y con el montaje de varias obras que han ido superándose en medios y prestigio. "Hemos pasado de actuar en los patios de los colegios donde hacíamos las fiestas de fin de curso, a que nos vean en el Teatro Falla, en La Casa Encendida de Madrid o en Portugal", cuenta orgullosa Susana. Es el mismo orgullo con el que habla de sus bailarines. "Los hay que tienen síndrome de Down y otros que no, los hay altos con cuerpo de pitiminí y otros que son bajitos y tienen orondas caderas". En la riqueza del contraste construye Susana las coreografías y no hay distinciones. "Todos son artistas, todos saben que con sus brazos y piernas están capacitados para transmitir".

Por la escuela, han pasado ya muchos alumnos. "No todos se quedan, permanecen los que les apasiona el arte", afirma la directora. Entre ellos, está María Eugenia. Su padre, Francisco Martín, es relaciones públicas de la compañía y uno de los máximos defensores del trabajo de la escuela. "Mi hija está continuamente bailando. En el Flick-Flock y en casa. Se pone su música y monta sus propias coreografías, siempre al ritmo de la melodía".

"En nuestra última obra", explica la directora, "una de las bailarinas representa el papel de una chica muy pava pero que, al final, se vuelve sexy y fashion. En la vida real, ella, que también era muy pava, ha aprendido, gracias al baile, que puede llegar a ser divina de la muerte". Para Susana ése es uno de los objetivos principales de su compañía. "Cuando bailan, se dignifican en el escenario y también en la vida porque se sienten capaces de expresar, de generar un aplauso". Los bailarines acaban de representar en Madrid El rey pescador.

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