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Columna
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Pos-Fórum

¿Echaremos de menos el Fórum? La nostalgia es muy barcelonesa, así que es probable que especialmente las voces más críticas vayan a encontrar, a partir de ahora, la ciudad vacía. Por cierto, ¿qué haremos con la segunda plaza más grande del mundo? Con el Fórum se va un tema goloso en el que volcar el malestar global que envuelve esta época y del que Barcelona no ha podido librarse, pese a todas las buenas intenciones o, quizás, estimulada por ellas. Ha sido un contraste difícil de digerir. Día tras día, mientras nos envuelven guerras, hambrunas, incompetencias, maldades y desgracias, unos puñados de personas cargadas de un voluntarismo casi beato se reunían para diagnosticar lo obvio -el mundo es cruel, va mal, los problemas crecen- y proponer soluciones sabidas, contrastadas, que parecen inalcanzables. El Fórum ha puesto de manifiesto este contraste -entre el respeto y la violencia, entre el diálogo y la imposición, entre la justicia y la arbitrariedad, entre el poder y la impotencia- y este hecho ha acrecentado, a la vez, la esperanza y el malestar. No es un mal saldo como diagnóstico del presente.

En la plaza vacía e inacabada del Fórum hay ya un monumento invisible que levanta acta de que, en los inicios del siglo XXI, la ciudad de Barcelona soñó despierta con un mundo más benévolo y acogedor. Acostumbrados como estamos a creernos ciudad de prodigios se confió en milagros que no estaban a nuestro alcance: eso fue lo que se vendió: magia. En cambio, el verdadero legado es lo que no se esperaba: una imprescindible dosis de realismo. No basta con invocar a los hados publicitarios, convocar arbitrariamente a los santones de moda y hacer exorcismos propagandísticos. Los nuevos tiempos requieren algo más.

Para algunos, el vacío que ahora dejará el Fórum es como si de repente desapareciera Disneylandia, y eso es, por sí mismo, una buena noticia: los parques de atracciones son antiguallas. La ciudad se reencontrará, en cambio, con su desnuda verdad. Sana terapia. Hoy podemos decir con razón que, al menos, había dos Fórums: el exhibicionista y el oculto. El primero concitó la excitación banal devoradora de contactos y privilegios, consumidora de cualquier moda: un Fórum a imagen y semejanza de la cultura de la propaganda y el negocio. El segundo quedó oculto -desaprovechado- en el estruendo exhibicionista. Era éste el Fórum que conectaba con un mundo -más eterno que nuevo- que apenas aflora ahora en su desafío humano y que busca, como puede, caminos de expresión.

Era inevitable que ambos Fórums cohabitaran. Pero no era obligado que la exhibición y el espectáculo distorsionaran la necesidad de encuentro real entre los humanos. Pero fue lo que ocurrió: lo oculto -valioso- quedó casi invisible, que es lo normal cuando se busca el ruido. ¿Coitus interruptus? Acaso. El Fórum oculto construyó una depuradora, un necesario mundo subterráneo. El Fórum exhibicionista parió una pérgola fotovoltaica que la última leyenda urbana señala como decorativa: vaya usted a saber. Hay muchos más ejemplos. Ahora el espectáculo ha acabado y sus nostálgicos ven la ciudad inerme. El realismo no les importa: la ficción es más rentable, dicen. Tendremos, eso sí, números de toda clase: millones de visitantes, millones de euros, millones de citas en medios de comunicación. Todos esos números apuntarán al éxito contable y reclamarán medallas políticas, organizativas, lo que sea. Esto no es realismo, sino fantasía. El realismo de verdad es el que deja poso en el sentimiento y en la conciencia. Ésta es la herencia del Fórum, imposible de evaluar por el momento. Pero la gente ha tomado buena nota del intento barcelonés de acercarse al mundo en dos Fórums paralelos y hasta rivales entre sí.

El pos-Fórum será el momento de apuntalar la inteligencia y el esfuerzo: habrá que resistir -y mantener- el vacío de la inmensa plaza, habrá que lidiar con la nostalgia paralizadora, habrá que cuidar las semillas sembradas y preparar, con paciencia y habilidad y si el tiempo no lo impide, una incierta cosecha de humanidad real. La degradación del espacio del Fórum es un fantasma que acecha no sólo al cemento y a la superficie visible sobre la que se instaló el sueño, sino también al recuerdo de lo que fue el Fórum. Iremos mal si nos empeñamos en calificar lo sucedido en estos cuatro meses como de éxito o de fracaso. Esta visión simplificada en blanco y negro será siempre algo interesado y perverso.

El Fórum aún no ha terminado. Por cierto, ¿qué haremos con la plaza cuando acaben las obras que ahora empiezan?

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