¿Contamos todos?
La gala de presentación de la programación de TVE oficializó la teoría del péndulo. Si con el PP se veneraban la lentejuela y la ocupación oficial de telediarios o Los desayunos, con el PSOE se certifica la crisis del humor progre y, bajo el lema de Contamos todos, se ridiculiza a Bush y a Aznar con una saña parcial que desautoriza el esfuerzo de Milá y compañía por adecentar el ente.
Desafinar
Los desayunos, con nuevos rostros afectados por el mismo sueño, intentan esquivar el peligro de ser la versión audiovisual del BOE. Acostumbrada a narrar crímenes en Gente, Pepa Bueno aún no ha asumido su nuevo papel y, de repente, se queda mirando a sus invitados como si fueran fantasmas de un sangriento pasado. En la gala de lo que debería ser un proyecto de ruptura con el pasado (aún no lo es), Julia Otero dijo que le importa más el "liderazgo de valores" que el otro, un concepto peligroso, ya que, al igual que la audiencia cuantitativa, se presta a manipulaciones. Otero fue recibida con la melodía Blue moon, un guiño a la canción que, desafinando, interpretó en un ya lejano Telepasión.
Jeta
En el país de Bush, los Emmy premiaron dos series de primer nivel: Los Soprano y Angels in America. O sea: gánsteres depresivos y víctimas del sida. Recuerdo un capítulo de Los Soprano en el que James Gandolfini, jefe mafioso, está viendo la televisión. En pantalla sale un charlatán que publicita remedios contra la disfunción eréctil y chapuzas para alargar el pene. Gandolfini dice: "A este tipo lo conozco". Basta esa frase para entender por qué, a veces, la impostura, la jeta y el instinto de supervivencia de los que salen en pantalla conectan con las debilidades del espectador.
Pataleo
También se habló de alargar penes en el primer Dos rombos (TVE). Pero el plato fuerte fue su tamaño, con métodos para medirlo y el tono habitual de cachondeo hacia el varón heterosexual. La sexualidad también es analizada por Aquí hay tomate y su predicador titular, Jorge Javier Vázquez, antaño irónico chismólogo. Vázquez está adquiriendo un rictus moralista con el que fustiga a los que critican el tipo de programas que representa: persecución inquisitorial disfrazada de petardeo. No digiere las críticas y destila crispación. Olvida que si su trabajo consiste en meterse con los demás lo justo es tolerar que se metan con él. En Crónicas marcianas, en cambio, son mucho más audaces a la hora de defenderse. En una de sus espléndidas secciones, Juan Carlos Ortega se trajo una curiosa máquina. Le daba a una manivela y salía impreso un tópico contra la telebasura o Marte. Fue un ejercicio paródico interesante: por un lado ridiculizaba el tono justiciero de quienes suelen pronunciarlos y, por otro, no los desmentía. Pronto, la misma máquina también incluirá los muchos tópicos que, desde la tele, se han ido creando para combatir los tópicos sobre la televisión.
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