Las piezas del puzzle
No encajan las piezas. No han encajado nunca del todo. Reconozcamos que ha salido mejor de lo que uno podía esperar cuando a alguien se le ocurrió que si montábamos algo gordo, a lo mejor nos ayudarían a pagar lo que las Olimpiadas no hicieron. Las indefiniciones iniciales han acabado pasando factura. Ahora ponemos encima de la mesa algunas piezas (la depuradora y las infraestructuras) que no formaban parte del glamour del evento en sus inicios. Es ahora cuando aceptamos que nos pasamos varios pueblos con lo de "mover el mundo" y con los cinco millones, y aconsejamos a los de Monterrey que no cierren el recinto y que se limiten a cobrar entrada en las actividades y exposiciones. La pieza de Diagonal Mar no hay por donde cogerla y tenemos dudas sobre si los nuevos espacios serán frontera o nexo de unión. Pero a pesar de todo, el martilleo de cinco meses sobre temas relevantes y la calidad de numerosas exposiciones no pueden pasarse por alto. Como positiva ha sido también la inusual presencia de personas, artistas y problemas de África o Asia, que ha superado la natural tendencia europea y latinoamericana. Destaca la incapacidad para conectar con los que deberían haber sido aliados naturales del evento si no hubiera habido tanto miedo al conflicto y tanta preocupación por que los números cuadrasen.
La acumulación de actividades, actos y espectáculos ha originado la sensación de desbordamiento de los fieles o curiosos, y ha dado argumentos a los que insistían en el carácter epidérmico del asunto. El frenesí final no hace sino reforzar la falta de sintonía con la ciudad de los meses anteriores. La ciudad no ha vivido el Fórum. La ciudad ha vivido junto al Fórum, lo ha visitado de soslayo, y espera ahora hacerse con un espacio que se ha mantenido cerrado para la gran mayoría.
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