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Crítica:TEATRO | 'Yo, Claudio'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pobre emperador

Per haec ac talia maxima aetatis parte transacta quinquagesimo anno imperium cepit quantumuis mirabili casu: Claudio se convirtió en emperador de Roma a la edad de 50 años por la más extraña de las casualidades, cuenta Suetonio en su extraordinaria Vida de los doce Césares, esta truculenta aventura del hombre débil, huidizo, con miedo a ser asesinado, literario, sin ningún interés por la cosa pública, que fue coronado contra su voluntad. Cojo de nacimiento (claudio: claudicante), aparentemente tonto, feo y gracioso. Sobre esta historia, Robert Graves -inglés de Mallorca- compuso una divertida novela, de la que se hizo una serie de televisión muy famosa; ahora, José Luis Alonso de Santos, comediógrafo de fama, la adapta al teatro, y José Carlos Plaza, desbordante de imaginación, de barroquismo, colores, sensualidad y algo de obscenidad, la lleva a la escena. Claudio es Héctor Alterio y es lo más impresionante del espectáculo. Plaza ha dado un paso decisivo en la larga historia del gesto y la luz: a medida que la luz ha ido avanzando y el espectador aproximándose, el histrión ha ido dando valor a los gestos de su rostro; en el cine o en la televisión había llegado al primer plano enorme, pero le faltaba la espontaneidad, era un gesto compuesto y repetido hasta encontrar la buena toma. Ahora, con una cámara de vídeo delante y una pantalla grande, es el gesto directo de Alterio mientras interpreta el que va siguiendo el espectador, y es realmente admirable de expresividad.

Yo, Claudio

De Robert Graves. Versión de José Luis Alonso de Santos. Intérpretes: Héctor Alterio, Encarna Paso, Carlos Martínez Abarca, Israel Frías, Javier Ruiz de Alegría, Alberto Berzal, Alicia Agut, Pepe González, Arantxa Aranguren, Isabel Pastor, Paco Casares, Pilar Bayona, Luis Rayo. Escenografía: Francisco Leal / José Carlos Plaza. Vestuario: Pedro Moreno. Iluminación: Francisco Leal. Música: Mariano Díaz. Coreografía: Dense Perdikiris. Dirección: José Carlos Plaza. Teatro Albéniz de la Comunidad de Madrid.

Claudio es Héctor Alterio y es lo más impresionante del espectáculo

Espectadores había que decían que eso no es teatro: si hay cámara y micrófono, perdemos al actor a cuerpo limpio y voz pura. No soy partidario de la pureza en nada de este mundo. Meter el rostro vivo y ampliado en el teatro puede ser una gran virtud teatral, pero también puede ser una rendición ante lo que el cine ha descubierto antes para sí mismo.

Éstas son especulaciones que probablemente tienen un plano de retaguardia. Puede ser que toda la obra dependa exclusivamente de la interpretación directa y abierta de un actor, que José Carlos Plaza lo haya ideado todo así, y que con Héctor Alterio no sólo ha funcionado, sino que ha deslumbrado. Injustamente, por esta invención, se le quedan atrás los otros actores, siendo algunos grandes -Paco Casares, Encarna Paso...-, y por eso el director le empujaba hacia fuera para que recibiese solo las ovaciones del público -de invitados, de estrenistas- puesto en pie. Supongo que seguirá así con el público que llamamos "de diario".

A mí me queda un enigma que no pude resolver, por mucho que mirase a los espectadores: no sé si siguen principalmente la cara en la pantalla, que tiene la fascinación de las proyecciones que conocemos desde hace un siglo, o la figura física, el cuerpecillo de Alterio. Personalmente, miré más la pantalla, atraído por su gesto: por él, por su capacidad, por su talento, más que por la luz. O eso creo.

Héctor Alterio, en vivo y en la pantalla del teatro Albéniz, en <i>Yo, Claudio,</i> dirigido por José Carlos Plaza.
Héctor Alterio, en vivo y en la pantalla del teatro Albéniz, en Yo, Claudio, dirigido por José Carlos Plaza.LUIS MAGÁN

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