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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Matrimonio civil

Mi novia y yo habíamos decidido finalmente casarnos en ceremonia civil. Siendo ella madrileña y yo de Cádiz, nos pareció más cómodo para familiares y amigos (madrileños los más, y algunos que habrían de llegar desde el extranjero) que ésta tuviera lugar en Madrid.

Mala combinación: boda civil y Madrid. Así empezaron las cinco estaciones de nuestro quinario particular: la primera la pasamos en el Registro Civil con el papeleo, que no es que fuera particularmente engorroso, pero la obtención de la documentación y las asistencias en persona en horario laboral supusieron perder varias jornadas de trabajo.

La segunda estación llegó con el intento de casarnos en el Ayuntamiento o alguna de las juntas municipales para evitar el desangelado y frío Registro Civil. Resulta que el Consistorio tiene establecido que las bodas civiles se celebren ¡un solo jueves al mes por la tarde!, un día endiablado para cualquiera que no sea madrileño y viaje desde lejos, a menos que el enlace se celebre en vacaciones.

Así pues, la tercera estación del quinario la vivimos buscando por la Comunidad una localidad alternativa; la sorpresa fue descubrir que los ayuntamientos reservaban casi siempre viernes y sábados, y que las listas de espera estaban llenas de vecinos de Madrid forzados a casarse en el exilio y a participar en un floreciente, caro y engorroso turismo rural de bodas.

Entramos en la cuarta estación cuando nos enteramos que en algún que otro Ayuntamiento cercano a Madrid la tarifa del concejal para celebrar el enlace en sábado en, digamos, un restaurante podía ascender a unos abusivos 600 euros, y que empezaban ya a celebrarse ceremonias ficticias en sábado con un actor contratado en el papel de concejal (sin conocimiento de los invitados, claro), previo paso de los novios a hurtadillas por la junta municipal de turno el susodicho jueves.

Por todo ello, la quinta y última estación canónica de este singular quinario nos condujo, de manera natural y lógica, como a muchos madrileños que pecaron al desear un acto civil, a los altares de la más barata, asequible y menos burocrática ceremonia religiosa en Madrid. ¡Si no querías caldo, dos tazas!

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