La Real agranda su herida
Al Racing, con un jugador menos la mitad del partido, le basta con el gol de Regueiro
A los 10 minutos, Lucas Alcaraz, técnico del Racing, se echaba la mano a la boca en una actitud habitualmente pensativa. Era una simulación. En realidad trataba de evitar, seguramente, los exabruptos que pudieran salir de su boca. Su equipo se había plantado dos veces ante el guardameta Riesgo resolviendo la situación de forma lamentable. Primero fue Benayoun, un estilista, después Arizmendi, más difícil de definir entre lo que es y lo que parece. A la tercera, Regueiro, más práctico, resolvió por piernas, escapando de un lentísimo Brechet y golpeando el balón con más saña que estilo, que tropezando en Riesgo se fue a la red. Alcaraz se quitó la mano de la boca y respiró aire fresco de Anoeta. Amorrortu se la tapó.
REAL SOCIEDAD 0 - RACING 1
Real Sociedad: Riesgo; López Rekarte, Brechet, Luiz Alberto, Garrido (Rossato, m. 46); Aranburu, Mikel Alonso (Arteta, m. 55); Xabier Prieto, Nihat, Uranga (Oskitz, m. 68); y Kovacevic.
Racing: Aouate; Pedro López, Pierini, Oriol, Juanma; Parri, Nafti (Matabuena, m. 74); Morán (Moratón, m. 46), Benayoun, Regueiro; y Arizmendi (Javi Guerrero, m. 69).
Gol: 0-1. M. 43. Regueiro marca cruzado tras aprovechar un error defensivo de Brechet.
Árbitro: Moreno Delgado. Amonestó a Juanma, Aranburu, Brechet, Nafti y Matabuena. Expulsó a Pierini tras una dura entrada a Kovacevic.
Unos 22.000 espectadores en Anoeta.
La Real no ha entrado en el terreno de las rotaciones (el habitual debate de moda en el cargado setiembre). Lo suyo son la oposiciones: todos los puestos están en venta y la Real va examinando a su plantilla por aquí y por acullá, a ver quién se hace con la plaza. Salvo el portero, el resto está en plena evaluación. Y se nota. En su juego manda más el corazón que la cabeza, el kilometraje que la pausa. Ayer pagaron sus suspensos Karpin y Arteta, obligados a estudiar en el banquillo. La apuesta de Amorrortu por una Real más joven, más canterana elevó el ritmo cardiaco del equipo y mejoró su apariencia externa. Pero tantas pulsaciones apenas produjeron una ocasión de Nihat y un cabezazo de Brechet. En ambas cosas anduvo por el medio el defensa Pierini, un central italiano criado en el Udinese, sin ninguna de las virtudes de los centrales italianos. Su presencia no intimidó a la Real, sino que le animó a jugar por su zona hasta que el veterano futbolista se borró el partido. Una tarjeta amarilla al borde del descanso y una roja directa en la prolongación le mandaron al vestuario. Fue injusto: por una vez Pierini se anticipó a Kovacevic y tocó el balón, aunque luego arrolló, por inercia al delantero. Moreno Delgado lo mandó a la ducha en una decisión no sólo equivocada sino, en cualquier caso, excesiva.
La expulsión condujo el partido al lugar habitual de las situaciones desiguales. El Racing tenía que gestionar la superioridad en el marcador y la inferioridad numérica y la Real, los nervios que podían conducirle a un ataque más desordenado, aún, que el del principio. Y ocurrió lo previsible: más tensión y menos orden.
El partido, así planteado, tenía un nombre propio, el del uruguayo Regueiro que convirtió, con su quinta velocidad, en mediofondistas a sus rivales realista. Cada vez que echaba a correr por la banda izquierda, a Anoeta se le hacía un nudo en la garganta porque nadie le podía seguir. Ya casi, ni querían, para no quedar en entredicho.
Y la Real venga a provocar saques de esquina, uno tras otro, sin suerte ninguna; y el Racing venga a entregar metros en pura actitud de supervivencia. Y Lucas Alcaraz venga a meter centrales en previsión de que se intensificara el bombardeo. Y Amorrortu tirando de banquillo en busca de soluciones de todo tipo: primero Rossato, por su fuerte disparo, después Arteta por si tenía a bien inventar algo, luego Oskitz, un muchacho llamado a grandes gestas. Pero nada nuevo en el frontón de Anoeta: la Real centrando y el Racing despejando. Así hasta el final. Coraje, ímpetu, algunos ¡uy! y poco fútbol. Y poca suerte o mucha, según se mire.
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