Libertad frente a organización

No pudo el Barça con el Atlético después que el Atlético desistiera de discutirle la pelota al Barça. Atacaron más los azulgrana y se defendieron mejor los rojiblancos, cuyo mérito fue saber combatir la vitalidad de los rivales desde una buena organización colectiva.

El Barcelona es un equipo fresco y alegre. Rijkaard propone un juego libre y los futbolistas se muestran agradecidos. Hay una serie de atenciones defensivas que cumplir, como la de tirar el fuera de fuera de juego y agrupar las líneas, una versión del achique de espacios inspirada seguramente en los tiempos en que el hoy entrenador azulgrana jugaba en el Milan. De la misma manera que no le interesa el rigor táctico, al técnico le disgustan las concesiones defensivas gratuitas y el abandono en los repliegues. Las obligaciones, sin embargo, son tan precisas como mínimas respecto a las posibilidades que el dibujo barcelonista ofrece a cada futbolista.

El balón circula rápido desde el lateral derecho hasta el extremo izquierdo porque el equipo es muy pelotero, y los jugadores aparecen por las distintas zonas del campo de forma natural, simplemente porque tienen un gran sentido del juego colectivo. Juega el Barcelona con sencillez, verticalidad y dinamismo. Aunque le falta precisión, combinar mejor y contundencia, no es fácil combatirle.

El Atlético no paró de buscarle los puntos débiles hasta que creyó encontrarlos a mitad de partido. Atacó de salida la espalda de los laterales azulgranas y descargó después el juego sobre Torres, consciente de que el ariete condicionó la alineación de Rijkaard, que recurrió a Oleguer y Edmilson en detrimento de Márquez y Gerard, como si le preocupara controlar los movimientos del 9 rival. Muy competitivo, el equipo rojiblanco se fue poniendo cada vez más agresivo, y Ferrando insistió con los cambios, sobre todo con el de Salva, en un juego directo y frontal. El error de Edmilson, previo al remate precioso del Niño que supuso el empate, pareció darle la razón al entrenador, tan confiado en la solidez defensiva de su equipo como en la contra que siempre invita a tirar la clase de Torres.

Al repliegue del Atlético, respondió el Barcelona con valentía. La entrada de Larsson y de Iniesta ratificaron la ambición azulgrana, que no paró de atacar hasta que el árbitro dijo basta. La productividad barcelonista avaló su propuesta aunque el marcador se la negara. Al Barça le faltó entonces la mejor versión de Ronaldinho, que va entrando en juego, o el acierto en el remate cuando alcanzó el área. Le faltó malicia al Barça, protagonista de los grandes momentos del partido, ante un Atlético que presumirá de haber sabido desactivar y cazar al rival en el único momento de respiro que se concedió.