Todos con todos

La cama es uno de los grandes instrumentos mundiales del engaño. Creía yo que estas generaciones venían a ser más sinceras: no. Por lo menos si es que este vodevil no engaña también.

En el principio fue un guión; y luego una película. El director Emilio Martínez-Lázaro hizo con ella un producto sencillo y divertido: me lo cuentan porque, en materia de cine, puedo elegir y no lo elegí. Otra cosa es el teatro.

Fui, por lo tanto, a este viejo Amaya, durante largo tiempo cine de películas suaves y discretas, más bien rosadas, con un público tranquilo y mayor de barrio caro. Lleva tiempo metido en el teatro, y el público este no le abandona y ni siquiera se sorprende de que en estas cuatro parejas se acuesten todos y todas (ah, los hombres con los hombres, no: todo tiene sus límites) y elemento principal del decorado sea una enorme cama. De cuatro plazas: en el reparto hay clases, cuatro principales y cuatro secundarios, aunque en la escena no haya mejores. Ni peores.

Mentiras

Así que, con otra música, otros trajes, otro atrezzo, volvemos a lo de siempre: las mentiras de pareja, el momento de "echar uno rápido" -dicen- o el de pasar la noche larga: el abandono, los celos, la ocultación, el regreso. Por ahí andaba ya Aristófanes, a veces.

Se hace con canciones, como en Broadway, que también copia de la vida eterna, y los espectadores mayores y los jóvenes lo escuchan todo a gusto, benditos ellos; como es breve y todo pasa deprisa, las chicas son bonitas y los tíos saltarines, se puede aguantar bien.