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Columna
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Vuelve la oposición

Nunca agradeceremos bastante al Partido Popular el haber devuelto la oposición al Ayuntamiento de Alicante. Que tal cosa sea resultado de la guerra de facciones que, ahora mismo, libra el propio Partido Popular es lo de menos. Lo relevante es que la vida municipal ha experimentado un súbito interés durante las últimas semanas, y el alicantino comienza a hacerse eco de la novedad. Durante años, el Ayuntamiento de Alicante ha vivido prácticamente sin oposición, lo que había provocado el alejamiento y la indiferencia de los ciudadanos por los asuntos de la comunidad.

Un ayuntamiento sin oposición tiene, como es fácil imaginar, una vida alicaída. Es una vida que discurre en tonos bajos que se van trasladando a la ciudad. Los días pasan y como no se ejerce la crítica, ni nadie vigila las decisiones del gobierno, se entra paulatinamente en la rutina. La maquinaria municipal se ralentiza, pierde vigor, hasta que llega el momento en que, finalmente, se obtura. Los concejales, sumidos en una cómoda somnolencia, van a sus propios asuntos mientras descuidan los de la ciudad. En este clima, es fácil entender que el Ayuntamiento de Alicante acabe de perder una ayuda de 12 millones de euros de la Unión Europea.

Cometeríamos una injusticia si afirmásemos que, durante los últimos nueve años, los concejales socialistas o los de Esquerra Unida no han ejercido ninguna actividad. No. Seguramente, estas personas han trabajado lo mejor que han sabido o les permitían sus ocupaciones. El problema es que, por uno u otro motivo, rara vez han logrado manifestarse, llegar a los ciudadanos. Y, claro está, si la actividad de la oposición no se manifiesta no existe, pues nadie la conoce. Esto es lo que ha sucedido en Alicante y que explica, en buena media, las sucesivas victorias logradas por el Partido Popular en las elecciones. ¿Cómo iban a dar los alicantinos la alcaldía a unos señores que ni siquiera sabían hacer oposición?

Pero de repente, este enervamiento municipal ha saltado por los aires y las cosas han tomado un aire febril. Ha bastado que afloraran las desavenencias en el Partido Popular para que el fermento de la política se manifestase en toda su intensidad. De improviso, hemos visto un Ayuntamiento en el que se suceden los conflictos, las denuncias, los enfrentamientos, las amenazas, donde se rescinden contratas o se airean actuaciones arbitrarias... En fin, los hechos propios de la vida municipal de cualquier lugar, y que son un reflejo de la naturaleza humana.

Ahora, no esperen que estas disputas ayuden a solucionar los problemas que tiene Alicante. Entre otras razones, porque los problemas son de tal magnitud que resultan prácticamente irresolubles. Es decir, que deberemos resignarnos a convivir cada día con los atascos, la suciedad, el nerviosismo y los malos modos que, en los últimos años, se han adueñado de la ciudad. Y si alguien esperaba una regeneración de la vida municipal, puede olvidarse de ella. Este asunto da para lo que da y los concejales del Partido Popular no son unos locos suicidas. Podrán enfrentarse entre ellos, pero saben perfectamente hasta dónde pueden llegar. Por la cuenta que les trae, no darán un paso más allá.

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