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Columna
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Soy un ecopacifista

Todo el mundo sabe que hay una diferencia esencial entre la victoria y la derrota, y es que la primera suele acabarse pronto y la segunda dura para siempre. Basta con tener más de treinta años para darse cuenta de que, en este mundo, lo importante no es participar, el fracaso es el padre del rencor y saber perder es de hipócritas. Hay un buen ejemplo de todo ello en Izquierda Unida, por cuyos rincones vuelan desde hace tiempo tantos cuchillos que, a este paso, va a tener que modificarse la acepción que hasta ahora daba el Diccionario de la Real Academia Española de la palabra coalición, que viene de coalitum, supino de coalescere: reunirse, juntarse.

Porque la verdad es que resulta difícil pensar en gente como Francisco Frutos, eterno conspirador contra Gaspar Llamazares desde que éste lo derrotase en las elecciones primarias a la dirección de IU, o en Ángel Pérez, el antiguo coordinador general de IU en Madrid que quiere cargarse en la próxima asamblea regional a su sucesor, Fausto Fernández, y aceptar que IU sea una "confederación, liga o unión". Quizá Frutos, Pérez, el diputado Miguel Reneses, el ex alcalde Ángel Lara y el jefe del Partido Comunista en Madrid, Juan Ramón Sanz, deberían enviarle una propuesta al presidente de la RAE, Víctor García de la Concha, algo así como: "Coalición: amalgama fratricida, formada por caníbales que luchan entre sí para devorar cada uno al de más arriba". Eso ya es otra cosa.

A Fausto Fernández lo van a cesar sus queridos camaradas en la próxima asamblea regional de IU, ante más de seiscientos delegados y bajo la acusación de haber hecho una política blanda y condescendiente con el PSOE, y de haber fracasado en las elecciones a la Comunidad de Madrid. Con los mismos argumentos, van a intentar echar de la dirección a Gaspar Llamazares, unos meses más tarde. El champán de los derrotados está a punto de abrirse.

Pero entre todos cargos que los campeones de la reconquista presentan contra Llamazares y Fernández, el más sorprendente es el que ha consistido en criticar tanto la oposición visceral a la guerra e invasión de Irak como el giro verde que la actual dirección le ha dado a IU, su defensa medioambiental y su empeño en vincular muchos de los males de la ciudad y del mundo al cáncer que resulta de sumar especulación inmobiliaria más degradación del entorno. Los aspirantes a suceder a sus sucesores han calificado despectivamente a Llamazares y los suyos de "ecopacifistas". Y lo han dicho como si eso fuera un insulto del que resultara imposible levantarse: buen golpe, seguro que con él los dejamos definitivamente fuera de combate.

La ambición es una de las mayores causas de ceguera en el mundo, sin duda, y también suele nublar la conciencia de los que la combinan con el resentimiento; de manera que quizás habría que mandar a Frutos y sus etcéteras primero al oculista, y luego al ideólogo. Y, claro, cuando ellos salgan, echarle la llave a Izquierda Unida. Porque, ¿quién va a votar a IU si esta gente que considera degradante ser ecologista y pacifista se rehace con el poder? ¿Quién va a otorgar su confianza a los derrotados que no han digerido su derrota y quieren volver al sitio de donde les quitaron sus militantes, subir otra vez hasta el gobierno de la coalición como esos zombies de las películas de serie B que salen a la superficie de los cementerios, escarbando la arena con sus uñas del más allá? Y, sobre todo, ¿quién va a confiar en unos políticos supuestamente progresistas que se ríen de las mismas cosas que hace no mucho sacaron a la calle a cientos de miles de manifestantes y están sustentadas por el peso de millones de votos indudablemente de izquierdas, y nótese el plural?

Pues no creo que logren muchos seguidores, la verdad. No, porque si ganan lo suyo no va a ser una victoria, sino sólo una revancha. Lo cual, es muy distinto. Mala cosa para Izquierda Unida.

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Por si les interesa mi opinión, yo pienso hacerme unas camisetas que digan, en letras bien grandes, de color verde y rojo: "Soy ecopacifista". Las llevaré a todas partes y creeré que llevo la mejor bandera que puede alzarse en este mundo devorado por el culto al presente y el desprecio del porvenir. Y a los que no les guste, que no cuenten conmigo.

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