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Columna
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Soñar cuesta tan poco

Recordemos lo obvio, aunque a nadie parezca interesarle: En el debate de política general que se celebra hoy en las Cortes Valencianas se analiza la gestión del Consell de Francisco Camps en el último año y no la labor de la oposición. Reconozcamos la realidad: El PP, en su línea habitual, ejercerá de oposición de la oposición y cargará contra el PSOE, el de aquí y el de Rodríguez Zapatero. Ya lo ha dicho Serafín Castellano, portavoz de los populares en el parlamento autonómico: "Pla perderá el debate por las marginaciones a la Comunidad". Formulemos un deseo, por más difícil que nos lo ponga el escepticismo: Confiar en que en este debate Camps y Pla, con el inestimable concurso de Joan Ribó, pongan punto y final a su política alicorta, obsesionada en sus particulares intereses partidistas y ajena a los de los ciudadanos, para remontar el vuelo a causas más dignas de empeño y de mayor sustancia para los valencianos. No es que existan muchas razones para la esperanza, pero cuesta tan poco soñar. Constatemos un hecho -el penúltimo- para darnos cuenta de la dificultad de albergar esperanza alguna. La propuesta del ministro Miguel Ángel Moratinos para que la UE reconozca el uso del valenciano ha servido para comprobar la escasa cintura política de la vicesecretaria general del PSPV, Isabel Escudero, y para que el PP organice una obscena campaña -otra más- a cuenta del idioma. Constatemos, de paso, que quienes más se han distinguido por su ardor guerrero en la reivindicación de la iniciativa de Moratinos hablan de una inexistente "lengua valenciana" en el Estatuto de Autonomía y tienen en común su capacidad para destrozar ambos idiomas (valenciano y castellano) sin el menor rubor. Y asombrémonos, por fin, ante la paradoja de un gobierno que se reclama valedor de un idioma cuyo uso han abandonado desde el presidente hasta sus consejeros, con alguna notable excepción.

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