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VISTO | OÍDO
Columna
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Virgo potens

Cierto que el número y la calidad negativa de las tonterías aumenta cada vez que hay un gran suceso. Las hay, incluso, que se desparraman por cualquier cosa. Si me releo, encuentro las mías. No lo hago, pero siempre hay almas con dedo índice tieso que me las señalan, y colocando las suyas sobre las mías. Lo peor de cuando se escribe y dice, son las canalladas idiotas. En un lugar del que no quiero acordarme he leído una que rebasa límites: las chicas suicidas de Chechenia o de Palestina, las que se ponen bombas en la cintura y explotan un avión, un autobús o una escuela, es porque han perdido su virginidad y, como en su sociedad y su familia ya no pueden vivir, rescatan su honor entrando así en la guerra santa. Es cierto que hay casos cristianos en los que apoyarse para esa conclusión: Santa María Goretti prefirió que la matara el desgraciado subnormal bruto antes que perder su himen. Porque "la elección del estado virginal está motivada por la plena adhesión a Cristo" (el Papa).

A mí me parece una inmoralidad civil, de la que se refiere a la ética y al comportamiento de unos con otros en razón de la convivencia, todo lo que sea disponer de la vida de otro. Va desde el marido que mata a su mujer y se suicida hasta los palestinos que entran en un autobús de Israel con un cinturón de explosivos. Soy defensor del derecho al suicidio: de que cada uno disponga de su propia vida según cómo la juzgue o cómo vaya a ser: nunca soy defensor del asesinato, y creo que ninguna razón, ninguna causa ni ninguna profesión es lo suficientemente justa o buena para matar. Naturalmente, incluyo en primer lugar las guerras, las independencias, las liberaciones o como se quieran llamar. La defensa propia tiene un límite. La ética no es cuestión fácil de devanar, pero este tema de matar a distancia como inocencia relativa, la de poner bombas atómicas en Hiroshima o Nagasaki -por ejemplo-, nos conduce al viejo cuentecillo de "la barca sin pescador" que aprovechó Casona: si con tu voluntad dejas morir un pescador islandés en una borrasca, el diablo te premia con la riqueza. Si crees que vas al paraíso por matar infieles, sea en la Cruzada o en el Yihad, eres tú el perdido, tú la víctima, tú el que ha hundido su pensamiento.

Pero si dices que una de estas criaturas que realizan estos crímenes lo hace porque ha perdido el himen y tiene miedo a la sociedad, eres tú también el que ha perdido la conciencia y el sentido del bien y del mal.

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