Nostalgia del café cantante
El tema del café cantante como objeto teatral siempre ha fascinado a coreógrafos y otros artistas, y eso fue lo que llevó a Diaghilev a inventar el Cuadro flamenco como tal (con telón de Picasso en París), y años después, a Encarnación López, La Argentinita, que desarrolló El Café de Chinitas en Nueva York. Ahora, Nieto y Campo, almas de la compañía Arrieritos, han inventado un café más íntimo y desgarrado, no tan festivo, aunque abunde el humor.
Una amplificación excesiva de la voz y los taconeos para las proporciones del Pradillo deslució un tanto los efectos positivos conseguidos por todos los intérpretes, que se meten con soltura en sus personajes de arrabal. Teresa Nieto, que ya dio vida hace años a Tórtola Valencia (y que ahora nos está regalando unos bailes de madurez intensos, vivos), aquí se desdobla en una artista entre marginal y hastiada; menos convincente Florencio Campo, pues su baile resulta artificial, demasiado gestualizado o caricaturesco. El vestuario es bueno, se le siente solera y crea estampas propias de las crónicas de Rivas Cherif o Salazar. Un detalle: el baile de la mujer entonces no estaba tan basado en el tacón; también sobra esa percusión foránea.
Entablao. Danza y música en directo
Entablao; Nuestras piezas: bailarines y coreógrafos: Tacha González, Florencio Campo, Teresa Nieto, Patricia Torrero, Nana Romero y Kelián Jiménez. Músicos: Montse Cortés, Antonia Jiménez, Álvaro Martínez, Alfredo Valero y Nacho Arimani; luces: Tomás Pérez; vestuario: Ana Garay. Teatro Pradillo, Madrid. 2 de septiembre.
La segunda parte, Nuestras piezas, resulta conmovedora en su honestidad y es mejor que la primera, más ligada en lo escénico y en el baile mismo: hay experimento junto a humor y buena danza personal, de la que es especialmente ejemplo Kelián Jiménez: en él se nota el esfuerzo de integración entre sus formas de flamenco y los nuevos lenguajes en los que se inicia con fervor, con entrega.
Babelia
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