Toros y deporte

Aunque nuestra Constitución encarga a los poderes públicos la protección de la salud de los ciudadanos, no hay día en que la prensa no recoja un número importante de heridos (cuando no de muertos) a causa de los festejos taurinos, patrocinados y financiados por estos poderes públicos (comunidades autónomas y ayuntamientos principalmente). Los mismos que sancionan a un joven por no llevar el casco puesto cuando circula en moto, le invitan a ponerse delante de un toro, aun sabiendo del riesgo para su salud. Ahora que acabamos de ver, a través de los Juegos Olímpicos, cómo los jóvenes pueden disfrutar y hacernos partícipes de su ilusión, por medio de infinidad de deportes, no es comprensible que en nuestro país diversión siga siendo igual a toros.

Si los fondos públicos se destinaran a fomentar el deporte y la cultura, también durante las fiestas patronales, además de evitar el sufrimiento de los animales (lo que es científicamente innegable) y las previsibles lesiones a nuestros jóvenes, éstos podrían verse alentados a seguir las hazañas deportivas de tantos otros de tan diversos países, que en estos días se abrieron paso con optimismo entre las noticias de guerra y destrucción.