¡Socorro, el Infiltrado!
Si Colin Powell asiste (que no lo creo: tiene una apretada agenda) a la Convención Republicana en Nueva York, va a tener a Ana Palacio para que le consuele del desplante con que Atenas se dispuso a recibirle, obligándole a postergar la visita. Nunca había estado más hermosa la Acrópolis, ni más viva, que con el tremendo cartel contra Powell colgado a los pies del lugar donde la civilización se hizo verbo inteligible. Pobre calzonazos Powell. ¿Habrá aprendido la lección de que no se puede repicar e ir a misa?
Entretanto, máximo suspense en Washington. Resulta que hay un infiltrado entre el aparato de poder que actualmente ocupa (o se ha apoderado de) los Estados Unidos. La noticia resulta considerablemente inverosímil, teniendo en cuenta que George W. Bush y su camarilla son los Infiltrados. Imposible, para ellos, detectar a un infiltrado que es, además, de su cuerda: enviado por Sharon para infiltrarse. Francamente, ¿a quién quieren tomarle el pelo? ¿Hablan de que un espía que trabajaba para el Gobierno israelí se hacía con información acerca de los planes de Rumsfeld and Co. para Irak e Irán? ¿Qué pasa? ¿Es que se perdía las reuniones cotidianas con rezos y planes para Irak e Irán? Cuéntenme otra película. Cuéntenme que Ariel Sharon se ha comprado un tutú y piensa bailar con Antonio Canales en una hipotética versión de El lago de los cisnes a representar en el mar Muerto (donde se flota: eso facilitaría el asunto).
Quisiera encontrarme en Nueva York ahora mismo, preparando con los manifestantes el cerco a la Convención Republicana
Esto suena demasiado a Operación Propaganda para que
el partido republicano se haga, ya en la abismática recta
final de la campaña, con los votos de los estadounidenses, musulmanes o no, de origen árabe. Mirad, mirad: vamos
a darle una zurra en el culete a Sharon. Es un misterio
el voto de los ciudadanos norteamericanos de origen árabe. Saben que, tradicionalmente, los demócratas han sido más pro israelíes que los republicanos. Mas ello no cuenta hoy. Hoy están en situación de emergencia, junto con el resto de los estadounidenses cuerdos, junto con el planeta.
Quisiera encontrarme en Nueva York ahora mismo, preparando con los manifestantes el cerco a la Convención Republicana (ese templo sagrado: otro fanatismo en marcha), que está a punto de inaugurarse en el Madison Square Garden (en cuya bolera he hecho mis pinitos), con un nivel de Alarma Terrorista calificado de Elevated por la emisora Fox. Están echando toda la carne en el asador los amigos televisivos de Aznar (no olviden que el propietario de Fox, Rupert Murdoch, auténtico infiltrado en el mundo de la información, asistió con asiento de preferencia a la boda de los padres de Triple A). Viendo sus emisiones, da la impresión de que las armas de destrucción masiva y el mismísimo Sadam Hussein avanzan hacia el centro de Manhattan, con los colmillos fuera y babeando sangre. Fox, cuya segunda patria es el Israel menos apetecible, cultiva el odio como carta de ajuste y la separación entre patriotas y traidores como consigna. No me extraña que la web de Michael Moore tenga al canal de Murdoch en su punto de mira.
Así es como la ciudad más estimulante y vivaz del mundo, Nueva York, la menos estadounidense (en el sentido que le darían a tal término los profundos sin pasaporte, que creen que su Ejército está en Irak para defender su derecho a ir cada noche al karaoke), la más cosmopolita, abierta y libre; así es como la ciudad martirizada el 11-S, que, sin embargo, se mostró contraria a marchar sobre Irak, ha sido tomada por sus enemigos, una caravana de carcas que avergüenzan a los republicanos decentes. A cuya cabeza (de los carcas) va un tipo que presume de tejano aunque en realidad nació en Connecticut, hijo de familia privilegiada y pija donde las haya, como dejó claro un lector de The Nation, en una carta al director. "En Tejas calzamos botas, sí, pero la mierda suele quedarse fuera".
Clarísimamente, el verdadero Infiltrado es Bush Jr.
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