Al servicio del gran sinfonismo alemán
Un director bien conocido y aplaudido en España ha dirigido dos conciertos a la Orquesta Sinfónica de Berlín con éxito completo. Músico de sólida formación y brillantísima carrera internacional, Eliahu Imbal (Jerusalen, 1936) expuso en la sala Argenta dos grandes sinfonías (Séptima de Beethoven y Tercera de Bruckner), el excepcional concierto violinístico de Brahms y el doliente ciclo de Mahler, Canciones de los niños muertos, sobre poemas de Rückert.
La cálida emoción que canta el vacío de la muerte infantil, experiencia sufrida por el propio Mahler, tuvo en la voz y el impulso poético de la mezzo Iris Vermillion una intérprete fiel, identificada con la hondura expresiva en los pentagramas y una orquesta estrechamente ligada a la voz poética y lírica. Para muchos, estos ciclos mahlerianos con orquesta suponen una de las más hermosas invenciones de su tiempo, un estupendo y magistral ejemplo del dolorido sentir llevado a la música.
Para Brahms y la belleza intensa de su concierto contamos con el grandísimo virtuoso Uto Ughi, tanto en el poderío técnico como en la penetración y la nobleza del sentimiento. El arte de Ughi, su magisterio, su voluntad comunicativa parece una síntesis de lo latino y lo germano, del pino y la palmera, y convenció y emocionó a todos junto a la espléndida labor de Imbal, estupendo brahmsiano y clarificador de sus secretos.
La diferencia entre las sinfonías de Beethoven y Bruckner son de todos conocidas, pero el mérito de los intérpretes es evidenciarlas cada vez que las ofrecen; por otra parte, no deja de haber un fondo que liga el pensamiento orquestal del organista de San Florián, Antón Bruckner, al hacer misticismo de su humanismo, y el de Beethoven, vivo y energético como un vendaval, al enfrentarse con las pasiones según las actitudes de su época. Ningún ejemplo tan eficaz como el de la Séptima sinfonía. Estos verdaderos hitos de la gran forma orquestal sonaron con fuerza vital y gran coherencia en manos de la orquesta berlinesa, y su maestro titular y el éxito se prolongó durante largo rato en forma de cerradas ovaciones. Buena parte de la audiencia sintió que el Festival Internacional de Santander, inicialmente vocado en la música orquestal y en el ballet, retomaba su historia.
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