_
_
_
_
Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

La cultura, una víctima silenciosa en Irak

Museos clausurados, ruinas sin control, ausencia total de fondos para proteger el patrimonio... La invasión del país ha herido el riquísimo pasado arqueológico y ha secado el presente.

En los yacimientos arqueológicos no es extraño ver a los críos jugando al fútbol, aunque peligre el arco de Ctesifonte; los museos permanecen clausurados sin planes para su reapertura; de los cines de Bagdad los saqueadores depredaron hasta los proyectores; sólo un teatro funciona a medio gas, y siempre que se hayan vendido entradas suficientes para justificar la representación; algunos periódicos regalan libros con sus ejemplares en un intento de fomentar la lectura de los clásicos... La vida cultural en Irak está muerta. Resucitarla va a ser una tarea ímproba. Para nadie es una prioridad.

La tierra que vio nacer los primeros códigos legislativos escritos de la humanidad, que guarda tesoros arqueológicos excepcionales y que esconde un patrimonio cultural al que han contribuido todos los imperios dignos de tal nombre padece una sequía cultural devastadora. El deterioro comenzó hace más de una década, después del embargo impuesto por Naciones Unidas al régimen de Sadam Husein. "En los años noventa, ¡tanta gente tuvo que venderlo todo! Y la mayoría empezó por los libros. Algunos días regalamos al comprador del diario una novela, una pieza de teatro, la obra completa de algún poeta. Además de promoción, sirve para recuperar hábitos perdidos", relata Zuhair al Jezairy, editor del rotativo Al Mada.

"Había hace años diez o doce teatros y muchas salas pequeñas. No tengo noticia de que funcione ninguno"

En el Ministerio de Cultura abundan los carteles propagandísticos de una campaña oficial de "desbaazificación", el plan para depurar a todos los funcionarios del Gobierno de Sadam Husein. Y los reclamos turísticos -Nínive, Samarra, Ur, Nayaf y Kerbala...- de lugares históricos o están abandonados o han sido cerrados. Al minarete de Samarra se accedía hace pocos meses a través de una valla ya destrozada. Nadie vigilaba. El inmenso arco de Ctesifonte, a una treintena de kilómetros al sur de la capital iraquí, servía para multiplicar el eco de los balonazos. El dinero público -no faltan ministros que aseguran ignorarlo todo sobre la reconstrucción- no llega. Había y hay otras prioridades.

Uno de los funcionarios del Departamento de Cultura, a la fuerza ocioso, comenta que el presupuesto para 2004 es de sólo un millón de dólares. Pero no puede detallar ninguna actividad cultural que vaya a promover la Administración. Sólo se muestran orgullosos de los logros en la recuperación de piezas saqueadas en el Museo Arqueológico de Bagdad, en los días que siguieron al 9 de abril de 2003, fecha en que fue derribada la estatua del dictador. La pasividad, cuando no la complicidad, de las tropas norteamericanas dio alas al pillaje, que se cebó con los museos tanto como con cualquier otro edificio oficial. "Ha habido personas y partidos políticos que han conseguido recuperar algunas de los objetos más valiosos del Museo Arqueológico", asegura satisfecha una funcionaria. Tanto éste como el Museo de Bagdad y el Museo Etnográfico tienen el candado echado.

Munaf Talib es el director del Teatro Nacional, casi el único escenario abierto al público en Bagdad. En otra pequeña sala, dependiente de esta institución, en la céntrica calle Rashid, también se representan muy de vez en cuando piezas de autores árabes y clásicos europeos. Las bombas caen cerca con frecuencia. "Había hace pocos años otros diez o doce teatros y muchas salas pequeñas. No tengo noticia de que funcione ninguno. Con la situación de inseguridad actual, la gente no está para ir al teatro", asegura Talib en un gran salón sin luz y rodeado de hombres armados. "Tenemos enormes problemas financieros", añade.

Eso lo condiciona todo. En lo que va de año se han celebrado en el Teatro Nacional, que dispone de una plantilla de 70 actores, sólo cuatro festivales. ¿Con programas extensos? "Por la inseguridad no se puede planificar cuántas representaciones se harán de una obra. Porque, además, depende de la venta de entradas. Si no se venden las suficientes, se suspende la sesión". El teatro afronta un panorama nada halagüeño. "La mayoría de los actores están en Irak, pero prefieren trabajar para las nuevas cadenas de televisión", concluye Talib. Proliferan los culebrones, películas árabes de remotísima producción, documentales históricos con exagerados tintes nacionalistas y vídeos musicales de artistas árabes en su inmensa mayoría. El agujero y La hora cero son dos obras de teatro de autores jóvenes iraquíes -parte de los más prestigiosos directores y escritores siguen en el exilio- recientemente representadas en Bagdad. Sus títulos ilustran elocuentemente la situación de Irak.

Fondos de la arrasada Biblioteca Nacional se apilan en una mezquita de Bagdad.
Fondos de la arrasada Biblioteca Nacional se apilan en una mezquita de Bagdad.AP

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_