El Valencia corona su año de oro
El cuadro de Ranieri se proclama el mejor equipo de 2004 tras ganarle al Oporto en Mónaco
Equipo de carácter como pocos, el Valencia se puso serio para darle un repaso a un Oporto devaluado. Nadie como la pareja de mediocentros -Albelda y Baraja- para expresar la contundencia valencianista, asumir sus galones, secar a Maniche, y lanzar a su equipo a su tercer título del año, el mejor año de la historia del club. El Valencia volvió a conquistar la Supercopa de Europa 24 años después. Y lo hizo a su manera: sobrio, duro y demoledor cuando debía. Fue muy superior al Oporto y sólo un trallazo inesperado de Quaresma sembró alguna duda sobre la victoria. La hinchada estará eternamente agradecida a este grupo de jugadores que tanta gloria les ha dado. Una generación magnífica de futbolistas que van incorporando cada curso a nuevos invitados, como estos italianos luchadores recién llegados. Sobre todo Di Vaio, que ayer resultó decisivo.
OPORTO 1 - VALENCIA 2
Oporto: Vítor Baía; Seitaridis, Jorge Costa, Pepe, Nuno Valente; Costinha, Maniche; Postiga, Hugo Leal (Quaresma, m. 60), Carlos Alberto; y McCarthy (Peixoto, m. 72).
Valencia: Cañizares; Curro Torres, Marchena, David Navarro, Carboni; Albelda, Baraja; Rufete, Corradi (Aimar, m. 87), Vicente; y Di Vaio (Mista, m. 77).
Goles: 0-1. M. 32. Centro de Curro Torres y gran remate de cabeza de Baraja. 0-2. M. 67. Di Vaio, en otro cabezazo. 1-2. M. 78. Quaresma dispara desde fuera del área.
Árbitro: Terje Hauge. Amonestó a Navaro, Albelda, Jorge Costa, McCarthy y Quaresma.
18.521 espectadores en el estadio Louis II de Mónaco.
Buen cabeceador desde juvenil, Baraja siempre soñó con un testarazo como éste: llegando desde atrás, anticipándose al defensor -Maniche- y golpeando el balón con potencia y efecto para que la estirada del portero -Vitor Baía- resultara imposible. Si además se trataba de un trofeo en el que había que derrotar al vigente campeón de Europa, mejor. Así lo había soñado Baraja y así sucedió. Le dio lustre a ese cráneo afeitado estrenado recientemente a imitación del look de Di Vaio, que también ha encontrado un seguidor en David Navarro. Este joven central dejó ayer por sorpresa en la grada al experimentado Pellegrino, que pagó los platos rotos de la derrota en la Supercopa ante el Zaragoza. Más sorprendente aún fue que Angulo -uno de los preferidos de Ranieri- se sentara junto a Pellegrino. Lo que apunta a la salida del asturiano hacia Londres, donde tiene una suculenta oferta del Arsenal. Por Angulo entró Corradi y el tanque de Siena desplegó un gran desgaste defensivo.
Baraja llegó tocado de la pasada Eurocopa. Rindió por debajo de sus posibilidades. Saturado. Y él más que nadie necesita estar fresco, física y mentalmente, para enseñar lo que es: uno de los mejores volantes del continente. Enfrente tenía ayer a otro, Maniche, que se topó con Albelda y todo lo que eso supone.
Vicente reclamó desde el primer instante su protagonismo, que aumenta a cada partido. Repitió el duelo de la Eurocopa con el lateral derecho griego Seitaridis. Y como no es tonto, se cambió de banda para evitarse al galgo heleno. Desde allí envió centros que sonaban a gol. Di Vaio desperdició uno de ellos al rematarlo con la chepa. Pero el Valencia descubrió que ahí, por ese lado que defendía Nuno Valente, había un agujero. En el que se metió Curro Torres antes de centrar para que Baraja burlara a Maniche y a Vitor Baía.
El gol reposó el juego del Valencia, que sacó lo mejor de sí mismo: los reflejos de Cañizares en los disparos a bocajarro -uno de Carlos Alberto apenas a siete metros-, el barrido de Albelda en el círculo central, las roscas de Vicente que ahora sí pulverizó a Seitaridis, y, por fin, la aparición de Di Vaio, que cabeceó a gol uno de los centros de Vicente. El Valencia estaba festejando, el Oporto daba bocanadas, muribundo, pero de pronto Quaresma -que había sido suplente pese a su gran estado de forma- envió un derechazo desde unos 25 metros que dobló los guantes de Cañizares. 10 minutos de angustia que no quebraron el poderío valencianista. Ni su carácter.
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