Dos vidas singulares de mucho peso
El haltero iraní Rezazadeh, de 163 kilos, logra el oro, y el luchador estadounidense Gardner, de 117, el bronce
Gigante gana, gigante pierde. En dos de las modalidades en que se dilucidaba quién es el hombre más fuerte de los Juegos hubo suerte diversa para los protagonistas, dos personajes singulares. El iraní Hossein Rezazadeh continúa imbatible en halterofilia en la categoría de más de 105 kilos y batió su récord mundial de dos tiempos con 263,5 kilos en la barra. El estadounidense Rulon Gardner, oro en Sidney en la final de 120 de la lucha grecorromana, perdió en su semifinal con el kazajo Georgiy Tsurtsumia y se tuvo que consolar con el bronce. Rezazadeh fue a por su medalla con un pequeño ejemplar del Corán en su mano derecha, besó el podio y, aún con 26 años, seguirá su carrera por Alá. Gardner, que ha cumplido los 33, se quitó las zapatillas en el mismo tapiz para simbolizar el punto final a su carrera.
Gardner quedó atrapado con una moto de nieve en un lago helado durante 18 horas a 30 bajo cero
Rezazadeh, un héroe en Irán, ha pedido una casa a su Gobierno, que le ha dado 60.000 euros
Rezazadeh es un héroe nacional en Irán. Nació en Ardebil, al norte del país, como Ali Daei, el futbolista iraní de más calidad y el primero en jugar en Europa. Pero el Hércules de 163 kilos de peso sobrepasa su fama. Viene de lo más arraigado y profundo de su gente y sus tradiciones. Aunque los jóvenes prefieren cada vez más el fútbol o el voleibol, la lucha y la halterofilia están encarnadas en las raíces nacionales.
Ya había levantado en entrenamientos 265 kilos, dos más que su récord anterior, y en la final oficial de Atenas lo superó por medio. Sólo igualó la plusmarca del total olímpico, con 472,5, los que levantó en Sidney, porque en arrancada, el movimiento único en el que se debe subir la carga sin parada en el pecho, se quedó en 209, 3,5 menos que el precedente. Pero volvía a ser campeón olímpico sin discusión con la mayor carga jamás alzada oficialmente. Bastante más de medio toro de lidia.
"Alá me ayuda", dice siempre el religioso Rezazadeh, que, aparte de resoplar antes y en medio de cada levantamiento, invoca a Dios con gestos elocuentes. Oro también en los Mundiales de 2002 y 2003, quizá acalló con su nueva medalla para Irán los cantos de sirena procedentes de Turquía ofreciéndole cifras multimillonarias, casa y coche lujosos. Él ama la música turca y su madre habla turco más que persa. Rezazadeh, sin embargo, matiza: "Yo soy iraní y quiero a mi país y a mi pueblo". Antes de los Juegos ya pidió a su Gobierno que le dieran una vivienda en Teherán. De momento, el presidente, Mohammad Jatamí, ordenó que le diesen 60.000 euros. Ahora, con su nueva gloria, aumentará la presión monetaria.
En cambio, Gardner, el granjero de Wyoming de 117 kilos, no ha podido repetir su hazaña de 2000, cuando derrotó al ruso Karelin, plusmarquista de medallas olímpicas, tres, y mundiales, nueve, en la historia de la lucha e invicto durante 13 años como una de las grandes leyendas. Y le marcó un solo punto, en una proyección, el único que había concedido Karelin en un decenio glorioso.
Fue un milagro. Ganar en Atenas, ya sin Karelin, no lo iba a ser tanto. Pero es que antes ha tenido más. Ha sido demasiado. Todo seguía bien cuando en 2001 ganó el título mundial en la misma Grecia, en Patras. El segundo milagro de Gardner se produjo en febrero de 2002, cuando conducía su moto de nieve por una montaña de Wyoming y se estrelló hasta quedar atrapado en un lago helado. Sobrevivió tras resistir 18 horas a temperaturas inferiores a 30 grados bajo cero. No tenía teléfono. Estaba solo. Le recogieron con 30 grados de temperatura corporal, pero su capa de grasa le protegió. Sólo perdió el dedo anular del pie derecho, que no pudo salvarse por la congelación. Tardó en recuperarse, pero volvió a la competición y se clasificó nuevamente de milagro en las selecciones estadounidenses porque antes de ellas volvió a tener un accidente, esta vez con su moto Harley: no se hizo nada pese a ir sin casco y chocar contra un coche en un aparcamiento. Pero cuatro días después, jugando al baloncesto con unos amigos, trató de coger el balón que se le iba, cayó y se dislocó una muñeca. "Perdíamos por cinco puntos y había que ganar", dijo un increíble personaje que se jugaba su clasificación olímpica en un partido de amiguetes. También lo superó. Derrotó al sargento de marines Dremiel Byers, el campeón del mundo actual tras su ausencia por tantas peripecias. "Desde muy pequeño trabajé muy duro porque había que ayudar a la familia. Así que estoy acostumbrado a sufrir", comentó.
Gardner, niño grande, el menor de nueve hermanos en una familia mormona, dice adiós. Separado de su esposa, Stacy, que no resistió sus correrías y su fama, se va con un oro histórico y un bronce de compensación al superviviente.
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