"Llegaré hasta donde las piernas me dejen"
Cansado de sus problemas para nacionalizarse tras cuatro años de matrimonio con una española, Martínez incluso pensó en abandonar
Una foto de la realidad atlética española: sentados juntos, uno delante de otro, Rafael Blanquer y Juan Carlos Álvarez asisten, segunda y tercera fila del graderío, enfrente del foso de arena, a la final de longitud. Pasados tres saltos, Rafael Blanquer, un histórico, recordman español de los años 70, el primero que pasó de los ocho metros, se levanta y abandona el estadio. Álvarez, técnico metódico, un estudioso del salto en todas sus facetas, históricas, científicas, permanece sentado. Blanquer es el entrenador de Yago Lamela, el gran talento asturiano, de quien se hizo cargo tras su fallido y tormentoso paso por Madrid, por las manos de Álvarez precisamente. Éste permanece sentado, atento al saltadero, el foso de fina arena. Atento a su pupilo desde 2000, un cubano de La Habana llamado Joan Lino Martínez, un atleta bajito para lo que se estila, un atleta de músculos elásticos que salta como una bola de goma y que en uno de sus saltos, el segundo, raspando la plastilina, se agarró al cielo y voló hasta 8,32 metros. Martínez, de 26 años, es español desde hace poco más de un mes y anoche, con su nueva nacionalidad, con su salto raspado de 8,32 metros, consiguió la medalla de bronce, el primer podio olímpico español en longitud.
Un salto que le consagra, que le da fuerzas para seguir. Hace un año, poco más, estuvo a punto de dejarlo. "Lo pasé muy mal. Al principio, no me conocía nadie. El circuito europeo es muy cerrado", dice; "mi vida eran reuniones de segundo orden en las que cobraba poco, pero, gracias a mi mánager, fui subiendo escalones". Habla antes de subir al podio. Habla nervioso y dulce porque le han llegado noticias de reclamaciones de sus rivales. De dos. La primera, británica, en defensa de los intereses de Chris Tomlinson, quinto, con 8,25 metros, había sido rechazada. La segunda, jamaicana -James Beckford se ha quedado a un centímetro del podio- la resolverá hoy el jurado de apelación. Jamaica debía presentar imágenes inéditas del salto mordido, aunque los jueces que lo dieron por válido recalcan que no había ninguna huella en la plastilina, única prueba que ellos toman en cuenta al levantar la bandera blanca o la roja. En ese argumento insiste Martínez tras bajar del podio: "Si no hay huella en la plastilina, es válido". Su caso recuerda la polémica que se produjo cuando Niurka Montalvo, también española de origen cubano, ganó en los Mundiales de Sevilla 99 un oro que mantuvo pese a la reclamación italiana por Fiona May. "Si me quitasen la medalla, sería una gran decepción", advierte; "pero ahora es en lo último que pienso. Disfruto de lo que tengo y que me quiten lo bailao".
Martínez era una de las grandes promesas cubanas, un potencial heredero del gran Iván Pedroso. A los 19 años, en 1997, era ya el mejor júnior del mundo. Y con tal condición, como miembro del equipo cubano, acudió en 1999 a una concentración en Guadalajara.Allí se enamoró de una española: "Me casé y decidí que mi matrimonio era más importante que el deporte". Tuvo un hijo, se quedó a vivir en España e inició el lento peregrinaje administrativo en busca de la nacionalidad. Al tiempo, se entrenaba en el INEF de Madrid, pero sin excesiva convicción, más preocupado por su peripecia vital. Sus papeles parecían los del Cesid: aparecían, desaparecían, se perdían. Y con ellos, sus esperanzas, sus ganas de ser atleta. Sus marcas -había llegado a 8,39 metros en 1999, con 21 años- se resintieron. Hasta el 19 de julio de 2003, estadio de la Peineta, Madrid, mitin de la Comunidad. Se llevó la victoria con 8,20 metros. "Aquel salto cambió mi vida", confiesa convencido también de que el de bronce en el estadio ateniense le cambiará la vida más aún: "Le dedico esta medalla a mi madre, Hortensia, a quien hace cuatro años que no veo". Poco después, coincidiendo con el cambio de Administración, su proceso de nacionalización se aceleró. Después de los Campeonatos de España, en los que no pudo participar por estar lesionado, participó en los Panamericanos de Huelva y consiguió su primer triunfo como español. "Llegaré hasta donde las piernas me dejen", promete; "mi objetivo antes de Atenas era llegar a la final
[lo consiguió en la calificación con 8,10 metros] y, una vez en ella, lo más lejos posible". Pero adonde antes llegará será a la boda del ganador, del explosivo norteamericano Dwight Philips, quien en la conferencia de prensa anunció su próximo matrimonio. "¿Y la invitación?", le preguntó enseguida Martínez. Philips se lo pensó dos segundos y le dijo riendo: "Tendrás la tuya".
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