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Reportaje:OVIEDO | ESPAÑA, UN ESTADO DE ÁNIMO

La ciudad que parece de otro mundo

Juan Cruz

Diez minutos más en Ángel González.

J. Herrero: "El de Oviedo es un ciudadano en suspenso, no suspendido, en suspenso, alguien que espera, y está en espera de qué, y además no sabe cómo conseguirlo"
Carmen Ruiz-Tilve: "Oviedo tenía una personalidad, y arrastra una alargada sombra literaria que a lo mejor es perjudicial"
Ángel González: "¿El ovetense? Hay variantes, en grandonista, que avasallaba en los bares, y hay otro, con un gran espíritu crítico, que todo se lo toma a coña..."

Esta ciudad no fue siempre ese lugar que parece de otro mundo al que se refirió Woody Allen. Ángel González (Oviedo, 1925), su poeta principal y premio también Príncipe de Asturias, vivió en su adolescencia los momentos más terrenales y terribles de la ciudad: los prolegómenos de la Guerra Civil y la propia contienda, referencia habitual en sus poemas. El autor de Áspero mundo lleva siempre su reloj adelantado diez minutos. Hubo en su casa ovetense, en aquellos años, un reloj que aún conserva y que siempre marcaba diez minutos más que la hora. Por eso aún lleva en su muñeca este peculiar recuerdo de su niñez. Aquella casa era el número 8 de la calle de Fuertes Acevedo, que ahora se llama avenida de Galicia. Desde sus ventanas, Ángel González veía el monte Naranco y el campo de San Francisco. Era aún una ciudad muy pequeña; en ella estaban el prado, las vacas comiendo las hierbas de las cunetas... Los campesinos le despertaban con sus madreñas, iban a llevar la leche a la plaza del Fontán... El padre, el hombre que probablemente adelantó el reloj de la infancia, había muerto en los últimos años de la dictadura de Primo, pero había instalado en la casa el espíritu republicano... Cuando se proclamó la República, Ángel preguntó: "¿O sea, que ya se puede gritar ¡viva la República?". Se terminó la tela morada en los comercios y unas vecinas, "muy conservadoras y muy monárquicas", le envolvieron al día siguiente en una bandera republicana... Dos años antes, el poeta había observado el trajín de la revolución de octubre de 1934, en la que participó activamente un hermano, Pedro, que fue sucesivamente encarcelado y, ya en la Guerra Civil, perseguido y preso... Entre los chicos que eran los amigos de Ángel en los juegos infantiles de la calle estaba Carlos Bousoño... "Y de pronto la guerra". Una ciudad vacía, llena de miedo, bombardeos, semanas ocultos en el sótano, "una noche, cuando estábamos encerrados en casa de unas tías esperando que llegaran los nuestros, escuchamos unos gritos de júbilo. Estábamos equivocados, no gritaban ¡viva Azaña!, sino ¡viva España!". Un hermano, Manuel, intentó aprovecharse de un supuesto pasillo; su salvoconducto lo condujo a Salas y en Salas debieron de asesinarle... "Aquel Oviedo donde cada vez que había una victoria nacional los bienpensantes salían a la calle en manifestación, se acercaban a la cárcel y pedían una matanza de presos... Todas las mañanas me despertaban al amanecer las descargas de gracia, e iba gente a presenciar el espectáculo".

El guitarrista.

Debajo de su casa hubo entonces una frutería que luego sería taberna; a ella iba un legionario que cantaba tangos y valses argentinos; Ángel lo escuchaba con la boca abierta; era el jefe de la banda de cornetas de la legión... Poco después, Oviedo, que era una plaza disputada, sufrió un bombardeo; una esquirla alcanzó al guitarrista "y le dejó el cráneo como una hucha...". Acabó la guerra y Oviedo volvió a ser "la ciudad cómoda y entrañable, yo creía que Oviedo era lo mejor del mundo... ¿El ovetense? Hay variantes, el grandonista, que avasallaba en los bares (en un bar leí una vez este cartel: Se prohíbe cantar y ser grandón), y hay otro, con un gran espíritu crítico, que todo se lo toma a coña... Del Oviedo de Clarín queda si acaso la hipocresía propia de ese tipo de sociedad que Leopoldo Alas retrató tan bien...". Le preguntamos al poeta a qué huele Oviedo: "No sé a qué huele, pero por el brillo que tienen por la noche los álamos sé si va a llover o no a la mañana siguiente".

Y ahora.

Para hablar del ánimo que tiene ahora Oviedo nos sentamos a hablar con cuatro ciudadanos que viven la ciudad actual. Jaime Herrero, artista que pinta y escribe; Carmen Ruiz-Tilve, escritora; la cronista de Oviedo Yolanda Lobo, agitadora cultural que desde hace años tiene el bar de la movida ovetense, La Santa Sebe, y José Luis García Martín, poeta. Dice Yolanda: "En los ochenta hubo una eclosión artística, y después se vació la ciudad; creo que el ánimo ahora es bajo". Carmen: "Es difícil generalizar; Oviedo es una ciudad muy plural... Claro que se echan de menos cosas y la gente joven se acaba por marchar... Hay gente que dice que está preciosa, son los que vienen al jurado del Príncipe de Asturias, o a una visita rápida... A veces me pregunto cómo verá la gente la ciudad, e imagino que la encontrarán cómoda, de buen tamaño, con la ventaja de que te encuentras siempre con alguien conocido...". Yolanda: "Pero echamos de menos cosas que tuvimos: una mayor vitalidad, que haya música en directo, la danza no existe, dejó de hacerse la bienal de arte... Y cuando miro la cartelera, siempre prefiero la de Gijón". García Martín: "Las ciudades son muchas ciudades. Una para los que viven en ella, otra para los que pasan por ella. Y las dos son verdaderas... Para mí, Oviedo es maravilloso, con sus inconvenientes y ventajas. Pero la ciudad es una construcción mental... Yo vivo en mi Oviedo, carezco de la concepción administrativa de las ciudades... Voy desde aquí a Avilés, a Gijón, desarrollo tareas en los tres sitios... La verdad es que si no tuviera Gijón la viviría incompleta... Y es una ciudad literaria: puede no llegar una ópera, pero aquí llegan todos los libros... Y claro que somos como en todas las pequeñas ciudades: si de alguien de aquí se dice algo en The New York Times, seguro que querrá que lo lean en La Nueva España... Me siento a gusto en Oviedo. Para mí, Oviedo son cuatro amigos, dos cafés, tres librerías y un montón de rutinas".

"Hacer el amor con el ciudadano medio"

. Cuando se despedía del hotel Reconquista, donde charlábamos, alguien describió las numerosas virtudes de Jaime Herrero, un ovetense radical que ha hecho de casi todo en la vida, y que además acaba de publicar un muy emocionante libro de poemas, Trementina Street. Y el camarero que oía esos elogios exclamó: "¡Pero sobre todo es una buena persona!". El artista se fue diciendo: "Es lo mejor que dijeron nunca de mí". Hablando de Oviedo, Herrero dice: "Es muy difícil sacar un mínimo común múltiplo de esos Oviedos que ha habido... Y además, ¿quién nos dice quién es el ciudadano medio? ¿Es que alguien hizo el amor alguna vez con el ciudadano medio? El de Oviedo es un ciudadano en suspenso, no suspendido, en suspenso, alguien que espera, y está en espera de qué, y además no sabe cómo conseguirlo. Lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa". "Pareces Ortega", le dice García Martín... "Cueto decía", cuenta Herrero, "que estamos en medio de una red, nos envían mensajes de todas partes... Pero nosotros no mandamos mensajes a ninguna parte... Consumimos libros, pero no editamos fuera; tenemos magníficas exposiciones, pero es difícil para un artista local exponer fuera... En fin, la ciudad ha producido un ciudadano medio un poco despistado y con un cierto grado de angustia...". Yolanda: "Es que la fachada está muy bien. Ahora hay que llenar de contenido esa fachada; hay potencial humano, pero habría que aglutinarlo... Aquí quedan dos cines, aparte de los que haya en los grandes almacenes, y no hay nada de arte y ensayo..., las tiendas de discos se están cerrando... Si aquí se hubiera gobernado con un poco de interés o con un poco de conocimiento, esta ciudad no hubiera perdido el tren que cogió en los ochenta... Mira, aquí ha ganado un chico, Sergio Sánchez, el festival nacional de cortos, y no tiene sitio donde estrenarlo... Se irá". Carmen Ruiz-Tilve: "Si se van (y lo digo como profesora), es que no los hemos formado mal... Lo cierto es que cuando se produzca un cambio generacional aquí se va a producir un vacío...". Observan tantas pérdidas que echan de menos incluso el humor que hubo en Oviedo "y unos tipos humanos irrepetibles". "Los perdemos por desgana". No hay que dramatizar, dice García Martín: "Lo que perdemos aquí es lo que se pierde en cualquier ciudad de este tipo... Desaparece un café, pero luego aparece lo mismo en otro sitio... Siempre están las casas que fueron mágicas, la casa de la primera novia..., pero todo eso se renueva... Y los jóvenes se van, claro, pero no se van todos...".

La sombra de la noche.

Se dice de Jaime Herrero que él es "la sombra de la noche...". "Pero como sombra de la noche estoy muy de capa caída... Tú vas a un bar por la noche y ves los rescoldos de lo que fuimos... Pero ésa es una mala postura para juzgar la noche... La noche es universal, lo que me preocupa es el día... Y el día gira en torno a la catedral, que se crea como una escenografía alrededor de la cual hay habitáculos... Nosotros olvidamos lo que dice la gente, qué guapo está Oviedo y esas cosas... Y fíjate, antes el humor era nuestra característica, y ahora es el sarcasmo, el mal humor, la zuma, que es el humor degradado, patán, poco ingenioso... ¿El principal personaje? Madame Bovary sin sexo, no La Regenta... Oviedo no busca el amante, sino el vehículo que la saque de la calle Mayor...". Lo cierto es que, dice Carmen, "Oviedo tenía una personalidad, y arrastra una alargada sombra literaria que a lo mejor es perjudicial, porque la gente nos ve desde fuera como personas discutiendo en torno a una mesa camilla, observando a curas que caminan por calles muy estrechas...". Escucho esta frase a Yolanda: "En Oviedo ahora en lugar de paraguas hay que llevar impermeable, porque todo te resbala...". Y hablan de un consumo que consideran metafórico. Dice Jaime: "Hace cinco o seis años, el paso del whisky a la sidra no fue asturianía, sino crisis económica básica...".

¿Y es Vetusta?

José Luis García Martín recuerda que La Regenta es una novela que Oviedo rechazó, y que no volvió a la ciudad al menos hasta 1985... "Y Vetusta no es Oviedo particularmente, es cualquier pequeña ciudad de provincias... Ahora es un incentivo turístico...". Oviedo es, dice Carmen, su cronista, "Oviedín del alma; quiero la ciudad, sufro con sus defectos, pero la vivo como un ser vivo que es...". "El Oviedín del alma", dice Jaime, "es un espacio circular, pues Oviedo se ha hecho de círculos concéntricos, como una mesa camilla, aquí hasta el funcionariado es circular... Es una ciudad de funcionarios, semicircular, redonda, que tiene miedo al exterior, a la clorofila, a la Asturias rural". Se está produciendo, dice Carmen, una transformación: la calle de Uría, la espina dorsal, está perdiendo frente a la pujanza de los barrios... Antes, dice Yolanda, Oviedo se alimentaba de la periferia, y ahora la periferia tiene vida propia... Carmen: "Oviedo tuvo huertitas, barrios ocultos, hórreos..., y esos sitios ahora son céntricos". García Martín: "Aquí nos enorgullecen cosas que luego vemos que son iguales en cualquier sitio". Jaime: "Aquí hay dos Oviedos que conviven, uno centrífugo y otro centrípeto. Como cualquier ciudad sitiada". Yolanda: "El Oviedín de toda la vida es mucho de aparentes... Por el día es una cosa y por la noche se transforma en lo que es en realidad y no se atreve a mostrar: más liberal, más relajado, menos aparente...". "Somos personas abiertas, buenos anfitriones, un poquitín ácidos", resume Carmen. "El ovetense", dice García Martín, "vive y trabaja en Oviedo, y ha nacido en cualquier parte, incluso en Oviedo". Según Jaime, "el ovetense es un personaje dubitante, hijo de la niebla, que se ha convertido en un ciudadano cualquiera de cualquier lugar del mundo y quiere que le suban el salario mínimo".

Tienen la sensación de que en 2008 será Oviedo un buen escaparate, porque se celebran muchos aniversarios redondos e importantes (pregunta García Martín: "¿Y también el de Gustavo Bueno?"). Las fechas se refieren a los 1.200 años de la Cruz de los Ángeles, los 1.100 de la Cruz de la Victoria, los 400 de la Universidad, los 200 de la declaración de guerra a los franceses, efectuada en una farmacia de la calle de Cimadevilla, cuya placa, por cierto, hoy está combada... Les pido, al fin, palabras que definan a Oviedo: José Luis: Oviedo. Yolanda: Oviedín. Jaime: Coso. Carmen: Guapo. Y los veo discutiendo sobre viejos y nuevos emblemas de la ciudad; el que suscita una conversación más avivada es el que tiene que ver con el ya famoso culo que esculpió Eduardo Úrculo junto al teatro Campoamor...

Los tiempos han cambiado

. Miguel Munárriz (gijonés, vivió en Langreo, se hizo en Oviedo), poeta y agitador cultural, vive ahora en Madrid; fue de los que ya no están. Coincide en que fueron los ochenta -la noche, Tribuna Ciudadana, el Premio Tigre Juan, el comienzo de los Príncipe de Asturias- la mejor época de Oviedo: "Se juntaban además Alarcos, Cueto, Juan Benito..., resurgían las revistas culturales... Al envejecimiento no ha sucedido un recambio generacional... Ahora les toca a otros; aquel momento también vino de otros tiempos de atonía... No se pueden inventar de nuevo... ¿Mis lugares? El Fontán, el mercado que aparece en las novelas de Pérez Ayala, donde actuó Lorca con La Barraca, allí 'donde hasta los más acaudalados doblan la cerviz...'. ¿Y una palabra? Novela, Oviedo es una novela: alguien la llamó la bien novelada. Ah, y las esculturas de Úrculo, cómo funcionan en la ciudad".

Juanín.

En Oviedo, Juan Cueto Alas, escritor, filósofo, comunicador, es Juanín. Se va, viene, agitó los ochenta con una revista excepcional, Los Cuadernos del Norte... Ahora está, pero desde hace años vive en Gijón, donde incluso ha llegado a ser directivo del Sporting, "habiendo sido mi padre y mi abuelo fundadores del Real Oviedo... Y me fui porque Gijón tenía mar...". Es bisnieto de un hermano de Clarín. Para él, las dos ciudades rivales tienen especialidades distintas: "Oviedo es literaria, incluso en la rumorología, y Gijón es pictórica... Aquí, en Oviedo, se sigue declinando La Regenta por activa y por pasiva, y ha acabado pareciéndose a esa novela...". Como si Cueto recogiera las reflexiones con las que empieza esta excursión, recuerda por qué Franco se ensañó con Oviedo. "En esta ciudad hizo su vida civil, aquí fue humillado siendo llamado el comandantín porque no aceptaban el noviazgo con Carmencito... De modo que eso lo tenía grabado, y cuando dio en Burgos la orden de fusilar al hijo de Clarín, rector de la Universidad de Oviedo, seguro que tenía detrás de él ese odio al Oviedo burgués que le hizo sufrir tanto... Él debía de creer, cuando ya estaba en El Pardo, que la vida de España era la vida de Oviedo..." ¿Y qué pasó para que Oviedo fuera aquel de los ochenta? "Se había conectado con la modernidad... Había una ebullición y de ella nació Cuadernos... Se correspondía con la movida de Madrid, que recuperó el pop, de ahí eso de que Madrid hizo pop... La decadencia vino porque Oviedo se derechizó demasiado, se hizo el bastión más fuerte del PP, de hecho Gabino es de una derecha muy antigua, y muy cursi... ¿El porvenir? Otra vez la sincronización con la modernidad... Se puede tener una vida de cercanías y a la vez conectar con lo global... El peligro de ciudades como ésta es el ensimismamiento, que les impide participar en lo mejor del fenómeno de globalización...". La Regenta fue tabú hasta 1985, cuando se descubrió el aspecto universal de la novela, "y eso reconfortó a los ovetenses". "A diferencia de la Madame Bovary de Flaubert, no es una señora la protagonista, sino una ciudad que oprime, que incluso impide que se vaya la regenta... Ahora ese Oviedo no existe, o sólo existe en caricaturas...". Para Cueto, que fue uno de los agitadores de la Universidad de Oviedo, ésta puso a la ciudad en el mapa del mundo: un hermano de Clarín divulgó el darwinismo en España, y de ahí nacen todos los liberalismos, la Institución Libre de Enseñanza, así hasta llegar a los ochenta, con los adelantados de la modernidad, que entonces eran gente como Mariano Antolín Rato, Emilio Alarcos, Gonzalo Suárez, Gustavo Bueno..., aquí tuvieron su sitio el pop, las vanguardias, cuyo gran representante es Eduardo Úrculo... Ahora hay otra vez la posibilidad de recuperar aquel entusiasmo sincronizador, para impedir que Oviedo viva en las nubes...".

Le pedimos una palabra para encerrar Oviedo. Y él mismo la escribió en un papel: claustro. "Y la catedral. Porque la religión sigue siendo fundamental en este sitio". Tan cerca del cielo, como dice Woody Allen.

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